30 de septiembre de 2013

Reseña de Cleopatra: una nueva mirada a la deslumbrante vida de la reina que sedujo al Mundo Antiguo, de Stacy Schiff

Hay ocasiones en que una mala impresión inicial puede ser nefasta. Cojamos este libro, observemos la portada: la imagen es interesante –el rostro de una mujer que no mira de frente, simbolizando lo poco que sabemos con certeza de la protagonista– y también estridente –colores vivos, ropaje y joyería que tratan de seducir simplonamente–, de modo que algunos pensarán que es un intento por captar a lectores que buscan una lectura ligera y vistosa sobre la reina de Egipto. Por otro lado –y me incluyo entre quienes buscaban una lectura ligera–, empiezas a leer y ya en las primeras noventa páginas encuentras una serie de erratas: por dos veces se dice que Pompeyo era «cuñado de César» (cuando fue su yerno); lees «sabemos que jugaba con muñecas y casitas de terracota, juegos de té [...]» (¿juegos de té en la Alejandría del siglo I a.C.?); te encuentras un veni, vedi, vinci [sic., es vici] que hace año a la vista; más adelante se menciona que Juba II, futuro rey de Mauritania e hijo del último rey de Numidia, se casaría con la hermana de Cleopatra, cuando lo hizo con su hija, Cleopatra Selene; e incluso en el pliego de imágenes, en la última imagen, se incluye un busto de Octavia… sólo que no es Octavia, la hermana de Octaviano, sino su tercera esposa, Livia Drusila (esa estructura ósea de la cara es inconfundible). Y no son erratas que vayas buscando, sino que te las encuentras a medida que avanzas en un libro que, sin embargo, no sólo es bueno, muy bueno, sino que quizá sea una de las mejores biografías sobre Cleopatra VII de Egipto que hayan caído en mis manos. Y es una lástima que una serie de erratas, fácilmente subsanables si uno está atento y concentrado en el proceso de escritura y especialmente de revisión de un manuscrito, vayan a dejar en mal lugar un libro que no lo merece. Pues Cleopatra: una nueva mirada a la deslumbrante vida de la reina que sedujo al Mundo Antiguo de Stacy Schiff (Destino, 2011) es un excelente libro. 

Canciones para el nuevo día (1266/495): "Jobs (Steve's Theme/Main Title)"

Vamos a empezar la semana con buen ánimo...

  Una Semana de Scores con Buenos Ánimos (I):
John Debney - Jobs (Steve's Theme/Main Title)






Disco: Jobs - soundtrack (2013)

http://moviemusicuk.files.wordpress.com/2013/09/jobs.jpg?w=595

29 de septiembre de 2013

Crítica de cine: Rush, de Ron Howard

Fórmula 1, años setenta. Un mundo de competición (lo de deporte siempre lo cojo con pinzas) muy diferente al actual. Entonces el glamur de los pilotos de un Fórmula 1 se vivía diferente (hoy en día el vil metal lo ha fastidiado todo). Las carreras apenas tenían nada que ver con las que vemos en la actualidad: público casi a pie de pista, comisarios con la bandera de cuadros en la misma calzada, accidentes cotidianos, carreras muy largas (22 km. tenía el circuito de Nürburgring... o eso escuchas en la película), puntuaciones más ajustadas... Todo era diferente. Y pilotar era jugarte la vida en prácticamente cada carrera. Es curioso, por ejemplo, que en la fatídica carrera alemana otro piloto tuviera un grave accidente. Un mal augurio, se podría argüir... Los pilotos eran caballeros andantes ("we are knights", le espetará un piloto a otro en esta película), jugándose el todo por el todo. Y despertaban un sex appeal no tanto por ganar mucho dinero, vivir a cuerpo de rey y la posibilidad de ser campeones del mundo. Se jugaban la vida, eso les daba un plus de atractivo sexual para muchas mujeres que deseaban pasar una noche con ellos. Todo muy macho, vamos, pero que antropológicamente tiene diversas lecturas y recoge muchas tradiciones. Y por encima de todo, la rivalidad de dos hombres: el hedonista, atractivo y británico James Hunt (Chris Hemsworth) frente al cerebral, arrogante y austríaco Niki Lauda (Daniel Brühl). 

27 de septiembre de 2013

26 de septiembre de 2013

25 de septiembre de 2013

24 de septiembre de 2013

Crítica de cine: Jobs, de Joshua Michael Stern

Que Steve Jobs era un genio, ya nos había quedado claro. Que además fuera un tipo para darle de comer aparte, también. Y que además fuera un mesías de la informática... pues ¿en qué mundo sin iPod, iPad, iPhone, iMac, idetodo vives, colega? (bueno, yo no tengo nada de eso y vivo tan campante). Jobs fue un ipo revolucionario, sin duda uno de los personajes más influyentes de las últimas décadas. De tanto en tanto aparecen genios que se convierten en catalizadores del cambio y de la innovación tal que incluso te hacen preguntarte qué sería del mundo sin ellos. Cualquiera que escriba con un ordenador personal ya peude responder a esa pregunta. Por tanto, ante un personaje que cultivó una imagen sobre sí mismo y que murió prematuramente, ya tardaba en llegar la película. Hay varios proyectos en danza, uno de ellos con guión de Aaron Sorkin que esperaremos con notable interés. Y ahora nos a llegado este Jobs, interpretado y encarnado por Ashton Kutcher (sin duda, da el pego en cuanto al físico). 

23 de septiembre de 2013

Reseña de Carpe diem: lecciones de vida con Horacio, de Harry Eyres

Cuando te acercas a los clásicos en la juventud y primera adultez, no es precisamente Horacio uno de esos poetas que consigan atraparte de entrada. Esos años vitales requieren poemas y poetas más impactantes, y sin duda Catulo consigue darte esa dosis de pasión, procacidad y provocación. Catulo, con sus odi et amo, vivamus Lesbia mea o incluso pedicabo ego vos et irrumabo –dejo en manos del lector el placer culpable de buscar la traducción exacta de este último verso–, me decía por entonces mucho más que Horacio con su dulce et decorum est pro patria mori. Y, sin embargo, el sureño, bajo, regordete y a priori más “aburguesado” Horacio te recordaba aquello de carpe diem, mientras el norteño, moreno y excesivo Catulo podía conducirte a la desesperación producida por el despecho amoroso y la rabia que era incapaz de reprimir. Con el paso de los años, la impulsividad de la juventud se atempera y entonces te das cuenta de que Horacio te aporta más de lo que entonces pensabas e, inevitablemente, surgen en tus labios versos que recordabas de toda la vida: nunc est bibendum, beatus ille qui procul negotiis… Y quien pudiera parecerte un poeta al servicio de o incluso vendido al poder, en realidad era un soñador permanente, un inconformista reluctante y un tipo que te invitaba a beber una copa de vino, recordándote constantemente que debes disfrutarla.

20 de septiembre de 2013

Reseña de Imperios del mar: la batalla final por el Mediterráneo, 1521-1580, de Roger Crowley

Recordamos la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), la gran victoria de la  Liga Santa cristiana contra el Imperio otomano, «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros», en palabras de una de sus combatientes, un joven Miguel de Cervantes. Pero lo cierto es que, más allá de los fastos, fue una «victoria sin consecuencias», una batalla que no decidió un cambio perdurable en el mar Mediterráneo. Se llegó a unas costosas tablas para los imperios y potencias en liza. Venecia fue la primera en retirarse del combate, con un tratado de paz que la dejaba definitivamente sin Chipre y con un futuro incierto (Creta, por ejemplo). El imperio otomano se giró hacia su retaguardia y una guerra con Persia apartó su mirada del Mediterráneo, al menos por un tiempo. La monarquía hispánica de Felipe II, que realmente no había tenido una estrategia clara en lo que pronto dejaría de ser su mare nostrum, tenía otros asuntos perentorios a los que dedicar su atención (Flandes, la guerra con Inglaterra, el control del Nuevo Mundo). Pronto Lepanto sería engrandecido por unos y obviado por otros, y su eco quedaría en la memoria colectiva. En cierto modo, la guerra que condujo a esa batalla fue la última contienda a gran escala en un mar que pronto dejaría de ser el centro del mundo; en apenas unas décadas, las disputas se trasladarían a otros ámbitos y el Mediterráneo, el mar Blanco como lo denominaban los turcos, ya no sería el escenario en el que los imperios del mar lucharían por un dominio que iba más allá de lo territorial y, por supuesto, lo religioso. 

19 de septiembre de 2013

18 de septiembre de 2013

Canciones para el nuevo día (1258/487): "Compared To What "

Les McCann & Eddie Harris - Compared To What  



Disco: Swiss Movement (1969)

17 de septiembre de 2013

16 de septiembre de 2013

13 de septiembre de 2013

Reseña de Heydrich: el verdugo de Hitler, de Robert Gerwarth

Hay personajes que crean una mitología propia a su alrededor. El período nazi está lleno ellos, pero sin duda uno de los que llaman más la atención, y que curiosamente reciben menos atención editorial, es Reinhard Heydrich (1904-1942). Alto, rubio, nariz imponente, aspecto ario por los cuatro costados según los cánones raciales del nacionalsocialismo (compárese con Hitler, Himmler, Goebbels y una amplia plétora de gerifaltes nazis). «El ángel rubio», «la bestia rubia», «el carnicero de Praga»… su sola presencia ya provoca curiosidad. Combinaba una resolución ejecutiva con una ausencia de piedad, una fanatismo casi religioso con una dureza que los checos sintieron en apenas sus nueve meses como Protector del Reich de Bohemia y Moravia. Y su muerte a los treinta y ocho años alimentó leyendas de todo tipo, incluyendo aquella que decía que Himmler, su colaborador más íntimo y con quien mantuvo una relación que iba mucho más allá de la de subordinado al Reichsführer de las SS, se alegró de su muerte. Falso, probablemente Himmler lamentó más que nadie la muerte de su más estrecho colega. No en balde, como ya recordamos en la reseña de HHhH de Laurent Binet (Seix Barral, 2011), Heydrich era conocido como Himmlers Hirn heisstn Heydrich, es decir, «el cerebro de Himmler se llama Heydrich». 

12 de septiembre de 2013

Reseña de Humanidad e inhumanidad: una historia moral del siglo XX, de Jonathan Glover

John Milton (Al Pacino) en Pactar con el diablo (Taylor Hackford, 1997; desde minuto 1:12) 
El siglo XX fue el siglo del horror, parafraseando de algún modo al histriónico personaje que encarna Al Pacino y que, a su vez, no deja de ser un trasunto del mismo diablo. Ha sido el siglo más mortífero de la Historia, suele decirse: dos guerras mundiales, diversos genocidios, la caída del hombre desde su esfera moral hacia los horrores del infierno. La ética quedó por el camino que conduce a las trincheras de la Primera Guerra Mundial, Auschwitz, las purgas estalinistas, Hiroshima, el Gran Salto Adelante de Mao, My Lai, Pol Pot, Yugoslavia y Ruanda, por citar algunas de las pesadillas y terrores que se vivieron en el siglo que comenzó con la idea de que el ser humano había aceptado la autoridad de la moral, una ley que había que aceptar y obedecer. Recogiendo las palabras de Lord Acton en una conferencia en Cambridge en 1895 –«las opiniones cambian, las costumbres mudan, los credos surgen y caen, pero la ley moral está escrita en las tablillas de la eternidad»–, se podría decir que el pensamiento de Immanuel Kant –«el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí» (ambas citas en p. 17)–, se podía creer en 1900 acerca del progreso moral y en el retroceso de la barbarie. Del Mal, podríamos argüir. Hoy en día, avanzando en un siglo XXI mucho menos ingenuo que el inicio de la centuria anterior, el recuerdo de los cien años anteriores deja bien claro que la perversión del desafío filosófico de Friedrich Nietzsche había llevado al abandono de la ética y, especialmente, de la moral. 

11 de septiembre de 2013

10 de septiembre de 2013

9 de septiembre de 2013

Canciones para el nuevo día (1251/480): "Fly"

Tenía ganas de dedicarle una semana a este grupo californiano...

Sugar Ray's Week (I):
Sugar Ray ft. Super Cat - Fly



Disco: Floored (1997)

7 de septiembre de 2013

Crítica de cine: La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore

"Siempre hay algo auténtico oculto en toda falsificación".

Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es el mejor en su especialidad, como tasador, subastador y experto en antigüedades. Es capaz de distinguir una falsificación de una aparente obra maestra auténtica. Es frío, mecánico, incluso tiene un punto de misantropía: siempre lleva guantes, evita tocar a las personas, se limita a no dar señales de afecto o incluso de empatía. No es un hombre sin sentimientos, sino alguien que se ha ejercitado durante años para mantenerse por encima de lo que considera mera sensiblería o incluso parloteo banal. Evalúa, tasa y vende obras de arte con un criterio que nadie le discute. Su vida es aparentemente rutinaria, metódica, aburrida. Lejos de ser cierto, en realidad Virgil atesora en lo más profundo de su intimidad un amor por el arte, sí, pero también por el propio sentimiento en sí, encerrado en una habitación en la que, sin más muebles que una butaca, se sienta para contemplar su vasta colección de cuadros y retratos de mujeres. Los mira y contempla con la pasión de quien nunca ha pasado de la adoración juvenil o incluso pueril. Ese sanctasanctórum es el último refugio de Virgil: su muro no de lamentaciones, sino de fascinante adoración, sentado en su butaca, los libros apilados en el suelo, todo dispuesto para colocar su última adquisición y dejarse llevar por la belleza de los trazos pictóricos, por los colores, por el simbolismo de las imágenes. Por las mujeres que nunca ha conocido y que sabe que no conocerá.

6 de septiembre de 2013

Canciones para el nuevo día (1250/479): "Put a Little Love in Your Heart"

Annie Lennox ft. Al Green - Put a Little Love in Your Heart



Disco: Scrooged - soundtrack (1988)

http://filmmusicreporter.com/wp-content/uploads/2011/11/scrooged.jpg

5 de septiembre de 2013

Canciones para el nuevo día (1249/478): "Mary Shelley's Frankenstein (Elizabeth)"

Patrick Doyle - Mary Shelley's Frankenstein (Elizabeth)



Disco: Mary Shelley's Frankenstein - soundtrack (1994)

http://ecx.images-amazon.com/images/I/51wcWPmqsjL.jpg

4 de septiembre de 2013

Crítica de cine: Guerra Mundial Z, de Marc Forster

No estaba yo predispuesto a ver esta película cuando se estrenó hace un mes; de hecho iba a dejarla pasar. Pero se presentó la oportunidad de verla y me dije ayer tarde-noche "¿por qué no?". Tener unas expectativas bastante bajas ayudó a que me sentara delante de la pantalla para tragarme, no lo que fuera, sino al menos que me hicieran pasar un rato entretenido. Saturado de zombis por aquí y por allí (por ahora me resisto a series como The Walking Dead), pero al mismo tiempo interesado en apuestas que se salgan de lo convencional (series como Les Revenants o In the Flesh) y que utilicen la metáfora del zombi para reflexionar sobre la propia condición humana, tenía claro que la película de Marc Forster no me iba a aportar gran cosa o que incidiera en aspectos sociológicos. No, te presentan un blockbuster de verano y ves eso. Ni más ni menos. Pero podría haber sido mucho peor. 

Canciones para el nuevo día (1248/477): "Morena mía"

Miguel Bosé & Julieta Venegas - Morena mía



Disco: Papito (2007)

http://en.academic.ru/pictures/enwiki/80/Papito_miguelbose.jpg

3 de septiembre de 2013

Canciones para el nuevo día (1247/476): "I Will Survive" [1993 Phil Kelsey Classic 12 Mix]

Gloria Gaynor - I Will Survive [1993 Phil Kelsey Classic 12 Mix]

 


Disco: The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert (1994)

2 de septiembre de 2013

Reseña de Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la Guerra Civil, 1936-1939, de James Matthews

¿Hubo una tercera España entre los combatientes de la Guerra Civil española? Pregunta que no es baladí y que tampoco pretende jugar a la equidistancia ideológica. Habitualmente tenemos la idea de que se enfrentaron dos bandos: por un lado, el sublevado y representado por una gran parte del ejército español y una amalgama de partidos y fuerzas políticas, que adquirieron el calificativo de nacionales, y que diversos y múltiples estudios en las últimas décadas muestran que ya empezaron a preparar la sublevación tras las elecciones de febrero de 1936. Y por otro, el bando republicano, aquel que defendía la legitimidad del régimen y del Gobierno imperantes el 18 de julio de 1936, y que adolecía de la unidad y la fortaleza de los sublevados. El pronunciamiento militar que surgió desde África el 17 de julio, que el 18 ya fue general en toda la península, y que fracasó al cabo de unos pocos días, al no lograr hacerse con la capital y las principales ciudades españolas, se convirtió automáticamente en guerra civil, y ahí entraron en liza otros factores. Uno fue el reconocimiento y el apoyo internacional a uno u otro bando. Otro, y fundamental, el reclutamiento forzoso de soldados en cada uno de los dos bandos. Y precisamente de ello trata el libro de James Matthews, Soldados a la fuerza. Reclutamiento obligatorio durante la Guerra Civil, 1936-1939 (Alianza Editorial, 2013).