Un casi centenario anciano se nos presenta en el
ocaso de su vida, en un exilio al que se vio forzado a refugiarse cuando
siendo joven tuvo que huir: desfigurado el rostro por una bala perdida,
dejaba atrás la ciudad que trataba inútilmente de defender en un asedio
que ya duraba casi catorce meses. Desde entonces, ha vivido en ese
exilio permanente por diversas ciudades europeas, trabajando como
ingeniero militar, luciendo una máscara que esconde los estragos de la
guerra en su joven rostro; poniendo en práctica las enseñanzas de un
maestro al que aprendió a querer, que le enseñó que hay que buscar la
perfección y que se puede llegar a ser un artista de la poliorcética.
Pero para Martí Zuviria, la guerra en la que participa (en los dos
bandos), que testimonia parcialmente para un lector que quizá espera
confirmar sus propias tesis y que narra con no poco sarcasmo, todo ello
quedó atrás, demasiado atrás, y ahora se dedica a contarle a su paciente
escribana, la teutona Waltraud, los recuerdos que tiene de aquella
década a principios del siglo XVIII
«¡Lo contaré todo! Cómo jodieron al general Villarroel, cómo
derrotaron nuestras victorias. Porque, hasta ahora, de aquella guerra
solo he oído las versiones que vienen de arriba o del enemigo». En un
momento de sus ficticias memorias y que conforman Victus de Albert
Sánchez Piñol (La Campana, 2012), Martí Zuviria se deja llevar por su
pasión y se dispone a dejar claro que lo contará todo… y cumple en parte
con lo prometido. Pues esta es una novela histórica que no cuenta toda
la Guerra de Sucesión española (1701-1714) y es bueno que el lector se
haga a la idea de lo que se va a encontrar. De hecho, la acción comienza
en 1705, tras el triunfo austriacista en Barcelona, con un joven Martí
de catorce años que parte hacia el castillo de Bazoches para formarse
como ingeniero militar bajo la tutela de Sébastien Le Prestre de Vauban,
el mayor especialista en poliorcética de la época, el hombre que puso
la ingeniería militar entre las principales aptitudes de la guerra. Ya en el final de su vida, Vauban escoge a Martí como un
aprendiz y lo pone a prueba con un duro ejercicio físico y un estudio de
todo tipo de materias. Vauban le enseñará, ayudado por los hermanos
Ducroix, las técnicas esenciales de la defensa de ciudades, y es
precisamente la primera parte de la novela (“Veni”), probablemente la
mejor, en la que también “aprendemos” de la mano de Vauban cómo
funcionan los baluartes y revellines, sus puntos fuertes y débiles, de
modo que el ingeniero militar se erige en parte ya esencial del estado
mayor de un ejército que tiene la misión de tomar una plaza fuerte. Es
en Bazoches donde Martí se enamorará por primera vez y conocerá a su
archienemigo, Joris Prosper Van Verboom, también un experto en la
defensa/ataque de ciudades asediadas y con el que se verá las caras en
más de una ocasión a lo largo de la novela, hasta llegar al asedio
final.
Albert Sánchez Pîñol |
Victus nos acerca a un protagonista antipático pero con el que el
lector empatiza en seguida. Martí no tiene pelos en la lengua y a salto
de mata conocemos poco a poco sus impresiones sobre el conflicto
sucesorio. Waltraud, la escriba teutónica que le soporta se convierte en
un personaje más, presente en la narración de modo indirecto, a través
de los exabruptos con los que la trata el anciano Martí. Ella pone orden
en los recuerdos del protagonista, le sugiere que cuente tal o cual
suceso, le insiste en centrarse en la narración e incluso es capaz de
hacer una particular huelga cuando ya no soporta más al anciano. A
través de esa relación entre líneas entre el hombre que cuenta su vida y
la mujer que la escribe, la historia fluye. Y fluye basándose
especialmente en las Narraciones históricas desde el año 1700 hasta el
año 1725 de Francesc de Castellví, que suponen la principal y más
completa fuente del conflicto sucesorio (y después). Como Zuviria,
Castellví se exilió al finalizar la guerra y escribió el relato de la
guerra en la corte de Viena. Muy probablemente, Sánchez Piñol haya
decidido escribir su novela en castellano (cuando sus anteriores obras
fueron en catalán) siguiendo el modelo de Castellví. A través de todo
ello, y ya metidos en la trama de la novela, conocemos la etapa de Martí
como joven pupilo de Vauban, acabará abruptamente con su etapa de
aprendizaje y le veremos en las filas del ejército francés en la
península. La narración sarcástica de la batalla de Almansa (1707) y del
asedio borbónico a Tortosa un año después nos introduce en los
vericuetos de una guerra en la que los enemigos de hoy se convierten en
los aliados de mañana, y pronto conocemos a Antonio de Villarroel, cuya
relación con el joven Martí navega entre el desprecio inicial y la
paulatina Ya en la segunda parte de la novela (“Vidi”), Martí regresa a
la Barcelona que le vio nacer y entramos en la parte más novelesca: sus
andanzas con la prostituta Amelis, la particular relación paternal con
el niño Anfán y el enano Nan, a los que conoció en el asedio de Tortosa,
su participación en el ejército austriacista que se dispondrá a partir
para la toma de Madrid en 1710 (una operación que pretendía asentar al
archiduque-rey Carlos de Austria y conseguir el apoyo de una nobleza
castellana que en su mayoría se había inclinado por Felipe V), y el
regreso a Barcelona, donde se muestran las disputas entre el Consejo de
Ciento de la ciudad y la Generalitat de Cataluña. Ya en la tercera parte
(“Victus”), asistimos al asedio de la ciudad desde junio de 1713 y a
las campañas en el interior del Principado para reclutar voluntarios. El
asedio se narra con particular detalle, desde los bombardeos
indiscriminados del duque de Pópuli, hasta la llegada del duque de
Berwick («¡llámame Jimmy!») y los preparativos del sitio definitivo de
Barcelona en el verano de 1714.
Infografia del asedio de Barcelona (La Vanguardia, 10-X-2012) [clickar encima para agrandar] |
Como no podía ser menos, la novela de Albert Sánchez Piñol ha
despertado un enorme interés entre los lectores del género histórico y
una cierta polémica por ofrecer una imagen negativa de los héroes
catalanes del asedio de Barcelona en 1714. Maticemos: una imagen nada
halagadora de personajes históricos como «el abogado» Rafael de
Casanova, consejero en jefe del Consejo de Ciento en los meses finales
del asedio, y que junto a al resto de la institución o los diputados de
la Generalitat conforman esos «políticos» que como el perro del
hortelano ni comen ni dejan comer, y a quienes Martí Zuviria culpa del
fracaso no sólo del asedio, sino de la política emprendida desde 1712…
sino antes. Por el contrario, el general Antonio de Villarroel, antes en
las filas borbónicas, pero después ya en las austriacistas (y no
precisamente por convicción ideológica) se erige en el héroe de
Barcelona… con un Martí Zuviria como su segundo al mando y encargado de
la defensa de la ciudad. Pero no sólo Villarroel, sino bandoleros como
Esteve Ballester, que al principio se dedica a una vida de pillaje y
robos, y con quien Martí establece una relación ambigua desde el
principio (su primer encuentro no es precisamente amistoso); oficiales
como Francesc Costa y Jordi Bastida, eruditos como Marià Bassons, que
dirige a los estudiantes de derecho de la universidad barcelonesa en un
episodio real, el asalto al baluarte de Santa Clara en agosto de 1714… y
especialmente los barceloneses de todo tipo (menestrales, artesanos,
jóvenes, amas de casa, ancianos, incluso niños), que colaboraron con la
Coronela (la milicia local) en la defensa de la ciudad ante un ejército
atacante que en septiembre de 1714 superaba los 40.000 efectivos.
El resultado es una novela tremendamente amena, sarcástica y, en parte (y lógicamente), simplificadora del conflicto sucesorio (no estamos ante un ensayo ni el autor pretende darnos la lección). Albert Sánchez Piñol ha pretendido escribir no la novela de la Guerra de Sucesión, y desde luego no la novela que toma partido en esta guerra. Es la novela de Barcelona, en muchos aspectos, pero no de una Barcelona unitaria y monolítica. Como Martí Zuviria, es la Barcelona que, en un conflicto en el que la opción dinástica no fue la determinante, trató de seguir adelante y defender su existencia, aunque ello significara soportar un asedio que no iba a terminar bien. Probablemente suene a tópico, pero no son los personajes históricos los que atrapan al lector en esta novela (sorprenderá a más de uno cómo se presenta al duque de Berwick antes del asedio de 1713-1714, y en qué términos “conocerá” a Martí), sino aquellos ficticios e incluso la masa anónima. Y en la lectura de esta novela, desde la ficción hermanada con la narración histórica, se conocen con detalle los vericuetos de un conflicto sucesorio que tuvo mucho de civil y que desde entonces, en el ámbito historiográfico (y el político), ha sido utilizado e incluso manipulado a conveniencia.
Lo clavas compadre!
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