Quizá no haya un recurso tan explotado en el género literario de la ciencia-ficción como el viaje en el tiempo (y en el cine, y en alguna serie de televisión…). Ha llovido mucho desde La máquina del tiempo de H.G. Wells (1895), si bien es curioso que en este caso el protagonista decida viajar hacia delante, hacia un lejanísimo futuro, y no hacia atrás. Hacia adónde hemos ido más que de dónde hemos venido. Quizá no sea tan sorprendente si pensamos que muchos escritores de los siglos XVIII y, especialmente, XIX se acercaron a lo que acabaría por convertirse en un género en sí mismo (los viajes en el tiempo), poniendo en énfasis en el forward, ir hacia delante, fabular cómo sería la sociedad, el mundo que les rodeaba, uno o dos siglos más tarde. El maquinismo, la utopía sin clases o incluso el Apocalipsis se erigían como temores (o terrores) que, desde el ilustrado siglo XVIII o a lo largo de la fabril centuria decimonónica, se presentaban ante los inusitados cambios que la tecnología post Revolución Industrial implicaban para la sociedad europea (o mundial) de la época de Wells. Surgía una mirada complacida, se podría decir, idealizada, si se prefiere, del mundo presente que, en la ucronía, se preveía que iría a peor, desde la perspectiva de unas clases medias-altas que disfrutaban en el cambio del siglo XIX al XX de productos y servicios que potencia el confort moderno. Una sensación, pues, de que lo mejor ya ha llegado, de que estamos viviendo en una sociedad moderna; una noción que explotaría con el consumismo de masas desde la década de los años veinte, y ya no digamos después.
31 de enero de 2013
30 de enero de 2013
Reseña de El Imperio Plantagenet, 1154-1224, de Martin Aurell
Durante dos generaciones, la dinastía anglo-angevina de los Plantagenet reunió diversos territorios en las Islas Británicas y la mayor parte de Francia y edificó lo que hasta cierto punto puede considerarse un “imperio”. Con El Imperio Plantagenet, 1154-1224 (Sílex Ediciones, 2012) el medievalista Martin Aurell acerca al lector hispano una imagen de conjunto de este particular imperio. Ya de entrada surge la discusión acerca de si se puede hablar de «imperio» para definir una serie de territorios a un lado y otro del Canal de la Mancha, teniendo en cuenta además que las posesiones continentales en Francia pertenecían de hecho (nominal y cada vez más tácticamente) a los monarcas Capetos. El vasallaje que Enrique II Plantagenet (1154-1189) y sus hijos rindieron, sin demasiada discusión, a Luis VII y su hijo Felipe II Augusto no se pudo ocultar por mucho que los monarcas ingleses desplegaran una campaña propagandística de altura, demostraran mayor fortaleza o movieran los hilos para hacerse fuertes en el continente.
Canciones para el nuevo día (1093/321): "Under Pressure"
Queen ft. David Bowie - Under Pressure
Disco: Greatest Hits III (1999)
29 de enero de 2013
28 de enero de 2013
27 de enero de 2013
Crítica de cine: Django desencadenado, de Quentin Tarantino
Pues ayer tarde-noche pude ver finalmente esta película. No pudiendo verla en
V.O. (lo merecía), sin embargo el doblaje no estuvo del todo desatinado
(hacía hincapié en el slang
negro, aunque para el espectador español se reduzca simplemente a
"hablar mal", comiéndose letras y palabras). ¿Mis sensaciones generales?
Por un lado, Quentin Tarantino es el rey del pulp,
ya sea en el género noir o en su adorado homenaje al spaghetti western,
y domina a la perfección los resortes de una cultura popular (en el más
amplio significado de la expresión), lleno de (auto)referencias y de un
imaginario personal curtido precisamente en el cine de serie B; por
otro, aunque como guionista es de lo mejorcito que hay dentro y fuera de
Hollywood, como director es incapaz de hacer una película de dos horas,
que es lo que debería haber sido este Django desencadenado.
Y ojo, que las dos horas y cuarenta y cinco minutos se me pasaron
volando... pero la película adolece de un ritmo desigual, especialmente
en el tramo final. Sin su habitual Sally Menken ("Hi Sally!") en las
labores de edición, fallecida hace dos años y medio, Tarantino parece
haber renunciado a la contención (y no me refiero a la violencia) formal
en una película. La historia que se nos cuenta, poderosa y atractiva
sobre el papel, atrapa desde el principio, con su estructura en varios actos y una coda final; pero a la hora de rematar la
cinta, Tarantino da la sensación de que no ha sabido como hacerlo. Sin
ánimo de destripar la trama a quien no la haya visto, hay un primer
final de la película y casi un reinicio de la misma, para darnos una
media hora extra que acaba con una espectacular traca definitiva. En ese
sentido, Django copia descaradamente el estilo formal de Malditos bastardos (aunque no la estructura episódica habitual en Tarantino).
Incluso me quedó la sensación de que, al mismo tiempo que reescribía la
Historia en su anterior película, el viejo Quentin ha querido hacer
algo parecido con la esclavitud. Pero vayamos por partes.
25 de enero de 2013
Crítica de cine: Coriolanus, de Ralph Fiennes
Coriolanus
es una de las obras menos representadas del repertorio del Bardo (al
menos por estos lares), y sin embargo es de las que tienen un calado
político más hondo. La historia de Cayo Marcio Coriolano, que en los
albores de la República romana traicionó a su patria, uniéndose al
enemigo volsco, para caer rendido a las súplicas de su madre, remite a
la lucha contra las tiranías y es toda una lección sobre la esencia del
poder. La Roma que Tito Livio presenta a través de la historia de
Coriolano es la de luchas constantes en el interior de la ciudad y el
combate con las ciudades latinas: en Corioli, en territorio volsco,
Marcio vence y consigue el cognomen de Coriolanus. Pero su soberbia, su
altanería con el populus (con la plebs,
en cierto modo), mostrando unos modos autoritarios (a diferencia del
senador Menenio Agripa, su aliado pero con otras tácticas), le granjean
el destierro, que se convierte en traición cuando Coriolano acude a los
volscos para encabezar la guerra contra Roma. Shakespeare recoge de
Livio y de la biografía plutarquiana del personaje la esencia de una
trama compleja pero también absorbente. Ralph Fiennes, que ya había
interpretado al personaje en las tablas londinenses hace unos años,
asume el proyecto de llevar la historia al celuloide, al tiempo que
traslada la acción, los escenarios, el atrezzo, al pleno siglo XXI...
aunque más bien resulta una lectura del crepuscular siglo XX.
Canciones para el nuevo día (1090/318): "Feelin' Alright"
Joe Cocker - Feelin' Alright
Disco: Ultimate Collection (2004)
24 de enero de 2013
Canciones para el nuevo día (1089/317): "A Winkle And A Smile"
Harry Connick Jr - A Winkle And A Smile
Disco: Sleepless in Seattle - soundtrack (1993)