«Nadie habría creído en los primeros años del siglo XXI que nuestro mundo estaba siendo vigilado por inteligencias superiores a la nuestra. Y que mientras los hombres atendían a sus diversos asuntos, éstas les observaban y estudiaban del mismo modo que un hombre puede escudriñar con un microscopio las criaturas que pululan y se multiplican en una gota de agua. Infinitamente satisfechos de sí mismos, los hombres iban y venían por el globo, seguros de dominar el mundo. Pero a través del abismo del espacio, inteligencias frías, vastas y hostiles contemplaban nuestro planeta con ojos envidiosos. Y lentas pero seguras trazaban planes de conquista».
Voz en off del prólogo.
Terror... |
Como toda película del director
estadounidense, La guerra de los mundos (2005) tiene un componente
(auto)biográfico en el planteamiento de los personajes protagonistas: Ray
Ferrier (Tom Cruise), un estibador portuario de Nueva Jersey, es un hombre
divorciado, padre de dos hijos, Robbie (Justin Chatwin) y Rachel (Dakota
Fanning), con quienes apenas tiene relación (y se nota). ¡Toma familia
desestructurada como aperitivo!, como ya es usual en la filmografía de
Spielberg. Un fin de semana tiene la oportunidad de pasarlo con los dos chicos,
a pesar de ambos y de sí mismo. Pero ese fin de semana la Tierra sufre el ataque de
invasores extraterrestres, con resultados catastróficos. Como la novela de
Wells, la trama es vista a través de la población civil que, expectante
primero, sorprendida después, en estado de
shock a continuación y, finalmente, aterrorizada, asiste a lo que se podría
considerar el fin del mundo que hasta entonces han conocido. Y entre esa
población civil, se focaliza la acción en Ray, Robbie y Rachel, principalmente,
en cómo afrontar el drama, cómo sobrevivir a una experiencia traumática que
comporta la extinción de la especie humana. El primer ataque de los extraterrestres,
en trípodes gigantescos que, tras caer mediante rayos de tormenta, se alzan
desde el interior de la tierra, procediendo a continuación a la destrucción y
la aniquilación de unos atónitos seres humanos. La respuesta inmediata es el
terror, el miedo más primario: Ray mirándose en un escaparate, temblando,
refugiándose después en casa, su cuerpo lleno de polvo, los restos de los
volatilizados seres humanos que los invasores han destruido, no sabiendo como
reaccionar delante de sus hijos, pensando sólo en huir y salvar a una familia
que hasta hace poco era prácticamente un incordio.
... cenizas... |
Comentaba antes que la película plasma o
recoge el eco de los atentados del 11-M; o al menos imágenes que forman ya parte del imaginario colectivo que surgió tras los atentados de 2001. Ya sea en ese polvo que cae sobre los
supervivientes (como el polvo de las derruidas Torres Gemelas, aunque esta vez
son las cenizas de los hombres y mujeres aniquilados). Ya sea en el momento de
pasar delante de una verja llena de carteles, papeles, notas desesperadas,
preguntando por tal persona (“¿habéis visto a mi hermano?”), pidiendo
información sobre otro desaparecido… como en la
Zona Cero neoyorquina. Ya sea en el pavor de la
multitud oyendo en medio de nubes de polvo, para luego caer encima de ellos los
restos de ropa, como volaban papeles tras el desplome de las dos Torres
Gemelas; o, en el bosque, las ropas destrozadas de los aniquilados que caen del
cielo. Ya sea en el desconcierto de unas fuerzas armadas, la defensa de un país,
que se ve superada por los ataques de los invasores desde las alturas. Pero no
sólo ecos del 11-S. La película reitera una liturgia del exterminio. Los
trípodes, de día o de noche, se elevan. Se oye un estridente sonido que anuncia
el ataque; la primera vez,los humanos están aterrados pero aún expectantes ante lo desconocido; desde
entonces, cuando escuchen ese horrísono sonido, ya sabrán lo que les espera:
huir antes de ser reducidos a cenizas, la muerte en un instante, apenas sin saber
qué se siente, qué se rememora de la vida que se convierte en polvo.
... y ecos del 11-S. |
La película es una lucha que los humanos
tienen perdida en todo: no se puede resistir al avance de los trípodes, que
todo lo arrasan a su paso. Se puedeintentar huir, como en el ferry, pero a la postre los invasores encuentran
a los que tratan de escapar, metódicamente siguen con el exterminio. En la batalla, la familia sesepara: Robbie ansía luchar contra los invasores, unirse a unas tropas
norteamericanas que claramente se ven superadas, su armamento es inútil. Ray y
Rachel se refugian en la casa de Harlan (Tim Robbins), un personaje
aterrorizado pero que busca venganza. Ray sabe que es inútil luchar,
desprotegidos, contra los invasores. Desde que ha empezado el exterminio, sólo
piensa en poner a salvo a su familia; ha intentado convencer a Robbie, pero
finalmente tuvo que desistir y escoger, y escoge salvar a Rachel. Harlan busca
venganza. Tiene claro que lo que están haciendo los extraterrestres es
exterminar a la especia humana; ¿con qué fin? Ambos descubrirán que además del
exterminio, los invasores se nutren de la sangre de los humanos. Resulta cuanto menos curioso que en otra película de Spielberg la cuestión del exterminio se plantee... Ray tratará,
por todos los medios, de salvar a su familia… por encima de Harlan si es
preciso. Pero llegará la abducciónpor parte de los trípodes… y la posterior salvación.
El final de la película, aunque coherente con
el planteamiento, resulta apresurado. Coherente pues, como afirma la voz en off
–«desde el momento en que los invasores aparecieron, respiraron nuestro aire,
comieron y bebieron, estuvieron condenados. Tras fracasar las armas y los
recursos del hombre, fueron reducidos, destruidos, por las criaturas más
diminutos que Dios, en su sabiduría, puso sobre la Tierra. Mil millones de muertos
hicieron al hombre acreedor a su inmunidad, al derecho a sobrevivir entre los
infinitos organismos de este planeta. Y ese derecho es nuestro ante todo
adversario. Pues el hombre no vive ni muere en vano»–, no fue el ser humano
capaz de derrotar a los invasores (nunca estuvo en disposición de hacerlo),
sino la propia naturaleza: las bacterias, los microorganismos, la vida en todos
su esplendor inabarcable al ojo humano. Es una buena reflexión final, pero no
tanto el happy end que, para variar
(como en tantas ocasiones), Spielberg se saca de la chistera, con la familia,
desestructurada antes, reunida de nuevo. Como decía «el filósofo Jagger, no siempre se consigue lo que se quiere» («you can't always get what you want»)...
¿Ray Ferrier (Tom Hanks)? ¡Tom Cruise! xD
ResponderEliminarAunque con Tom Hanks también hubiera molado.