13 de septiembre de 2012

Crítica de cine: The frost (La escarcha), de Ferran Audí

¿Cómo superar la muerte de un hijo? Si ya de por sí es duro aceptar tal hecho, ¿qué pasa si además descubres que, en realidad, nunca has querido a ese hijo? Tremenda situación.

Y esto es lo que plantea The frost (La escarcha), opera prima del cortometrajista Ferran Audí y coproducción hispano-noruega y un plantel de actores encabezado por Aitana Sánchez-Gijón. Inspirada en la obra de teatro El pequeño Eyolf de Henrik Ibsen, plantea la situación antes esbozada: la tragedia sacude al matrimonio formado por Rita (Sánchez-Gijón) y Alfred (Trond Espen Seim) cuando su hijo Eyolf, aquejado de una cojera, muere al ahogarse en el mar. ¿Cómo superar un dolor? Pero ambos padres, cada uno a su manera, sufren las consecuencias de la muerte de un hijo en realidad no querido e incluso no deseado. Junto a ello, la película plantea las relaciones de pareja de una manera muy abierta (rozando incluso lo incestuoso), llevando, en definitiva, de la muerte del hijo a la muerte del amor y del matrimonio. 

Lo mejor de la película es la fotografía: un repaso visual a los fiordos noruegos, con imágenes aéreas de impactante belleza, a un juego de colores entre lo blanco (la nieve) y lo gris (la tierra, la vida, los seres humanos). Pero es quizá esta impactante fotografía lo que acaba dejando en un segundo plano una historia con demasiadas aristas (no todas ellas resueltas de la mejor manera), con un final efecticista e incluso tramposo, unas interpretaciones sólidas aunque aquejadas de una cierta tendencia a la sobreactuación y un ritmo algo errático. No acabas de comprender qué pintan algunos personajes (por ejemplo, Raúl, el hermano de Rita, interpretado por Tristán Ulloa) y te preguntas si era necesario centrar tanto la acción en la hermana de Alfred, Asta (Eva Morkeset). Por lo demás, el juego entre lo fantástico, lo onírico y lo esperpéntico (los ancianos zarrapastrosos interpretados por una recuperada Bibi Andersson y Fermí Reixach) no parece llegar a demasiadas conclusiones. El personaje desnudo de la zanja, que aparece silueteado en la carátula y sale al principio y casi al final de la película, ¿qué se supone que es?

En cierto modo, esta película recuerda a En la habitación de Todd Field y a La habitación del hijo de Nanni Moretti, por el punto de partido de sobrellevar la muerte de un hijo, y a Las manos vacías de Marc Recha en cuanto a lo surrealista. Pero la frialdad de la historia, en todas sus vertientes y equiparable a la frialdad del escenario, parece que sobrevuela esta quizá demasiado ambiciosa película.

Se deja ver con interés, aunque también con algo de desconcierto. Un desconcierto que se mantiene cuando aparecen los títulos de créditos finales.

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