20 de agosto de 2012

Crítica de cine: Gran Torino, de Clint Eastwood

Ahora que se confirma que Eastwood vuelve a la interpretación...

[8-III-2009]

Pues anoche me acerqué a verla al cine, ganas le tenía y me resultaba al final más cómoda la butaca del cine que la de mi casa. Aunque el doblaje al castellano, en el caso de los hmonk, es bastante pésimo...

Cuando se estrenó El intercambio (Changeling) andaba yo divagando sobre el carácter artesanal de Clint Eastwood. También debería comentar su componente currante, que a sus casi 79 años aún le hace más grande: en los últimos tres años ha producido y estrenado cuatro películas (Banderas de nuestros padres, Cartas desde Iwo Jima, la del cambiazo y ahora Gran Torino) y el tipo sigue ahí, metido en la producción de un biopic de Nelson Mandela, y a saber qué le traerá el futuro. Y dijo que esta última que comentamos ahora sería la última en la que aparecería como actor protagonista. Y tras el visionado, creo que la afirmación de Eastwood está plenamente confirmada; y no porque sea una mala actuación la suya, al contrario, sino porque la sensación que le queda a uno es la de haber visto la despedida crepuscular de uno de los grandes de Hollywood. 

Creo que ya sabéis de qué va la trama, así que no me dedicaré a contarla con pelos y señales: Walt Kowalski, antiguo veterano de Corea, se queda solo en su casa tras el fallecimiento de su esposa. La vida parece cambiar, a peor según él, cuando el barrio residencial de Detroit en el que vive se llena de inmigrantes orientales de la etnia hmonk (laosianos, camboyanos, chinos,...). A Walt no le hace la más mínima gracia ("malditos amarillos...", rechina por lo bajo), sobre todo cuando una familia de rollitos de primavera se instala en la casa de al lado. Pero cuando una banda mafiosa hmonk se mete en su jardín, tras intentar presionar al hijo de la familia vecina (que previamente había intentado robar su posesión más preciada, un Ford modelo Gran Torino de 1972). A partir de ahí el cascarrabias comienza a descubrir y a apreciar a la comunidad que tiene al lado, interviene en su vida cotidiana, les defiende e incluso pondrá toda la carne en el asador por ellos...

La película es bastante tópica en la trama estilo "viejo gruñón insoportable se hace amigo de aquellos a los que desprecia y aprende a ver la vida con otros ojos", algo a lo que el cine y la literatura nos tiene ya acostumbrados. Pero Eastwood, que domina a la perfección el viejo adagio de "quien tuvo retuvo", le da la vuelta a lo ya conocido y nos ofrece una auténtica lección (casi) magistral sobre el buen cine, el perdón, la redención, la tolerancia, el respeto y el sacrificio... como no podía ser menos en él. Muchos verán en Gran Torino influencias y guiños a otra películas de Eastwood: recuerda al William Munny de Sin perdón, en lo arisco y amargado; tiene cierto aire de militar bravucón y que se las sabe todas (El sargento de hierro), hay un sacerdote cerca suyo que intenta guiarle de algún modo, y del que Kowalski se burla sin piedad (Million dollar baby) y, cómo no, dentro del tópico más absoluto, no es difícil imaginar a un Harry Callahan de 70 años (la saga de Harry el sucio) en el protagonista de Gran Torino.

Eastwood nos muestra a su personaje; antipático, un auténtico ogro, con todo tipo de frases racistas en su argot habitual (del mismo modo que con el peluquero del barrio o el, constructor local se nos mencionan los tópicos sobre polacos, italianos, irlandeses y judíos), duro y con el fusil bien cerca; pero también, y en ese sentido se cae en otro cierto tópico, con un peso en el corazón, un trauma de los tiempos de la guerra de Corea. Pero incluso en aquello en lo que se puede caer en lo típico, Eastwood da una vuelta de tuerca, ofreciendo algo más, como ya es marca de la casa. Incluso el final es hermoso a su manera, diferente a lo que esperamos del personaje, con incluso referencias religiosas.

Nos encontramos, pues, con una película que nos dice mucho del personaje, del director y del actor. Una película, pues, que hay que disfrutar, a la que perdonarle algunas deficiencias de guión, que tener en la retina por lo mucho que dice sin pretenderlo. Una película que, sin ser la mejor de Clint Eastwood, está a años luz de muchísimo de lo que nos llega desde Hollywood. Una delicia (casi) magistral.

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