13 de agosto de 2012

Crítica de cine: Deseo, peligro, de Ang Lee

[15-XII-2007]

Estarán muchos de acuerdo conmigo en que Ang Lee es uno de los directores más polifacéticos de las última décadas. No hay más que mirar su carrera desde que salió de Hong Kong a principios de los 90: el retrato de la Inglaterra pre-victoriana (Sentido y sensibilidad), una ácida visión de los USA nixonianos (La tormenta de hielo), un western atípico (Cabalga con el diablo), una visión a lo matrix del cine de artes marciales (Tigre y dragón), una introspectiva y atormentada puesta en escena del cine de superhéroes (Hulk) y una historia de amor homosexual entre dos vaqueros modernos estadounidenses (Brokeback Mountain). Y ahora nos llega Deseo, peligro, llamada a ser una de las películas del año, multipremiada y con muchas posibilidades en los próximos Oscars (donde puede acumular nominaciones).

Película de intriga y suspense, retrato histórico del Shanghai ocupado por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial (y antes), Deseo y peligro es sobre todo un drama sobre la pasión, sobre el control que la pasión ejerce sobre las personas y sobre sus consecuencias. Pues en esta película, más aún que en Brokeback Mountain, Ang Lee ahonda en la sexualidad, mostrada de un modo descarnado, explícito (duras escenas de pasión sexual entre los dos protagonistas) y sin complejos. 

La acción, con un prólogo que lleva a un dilatado flashback, se sitúa entre 1938 y 1942. Tras la invasión japonesa de China, un grupo de estudiantes idealistas captados por la resistencia china, que hasta entonces mostraban su protesta mediante la representación de patrióticas obras de teatro, decide pasar a la acción directa: el asesinato de un influyente colaboracionista (Tony Leung), que sería seducido por uno de sus miembros (Tang Wei)., capaz de utilizar todas sus tretas sexuales con tal de conseguir captarlo y llevarlo a una trampa asesina. Las cosas se tuercen y ambos protagonistas no volverán a encontrarse hasta tres años después, reiniciándose la trama conspirativa (ahora el personaje que encarna Leung es mucho más podeross e onfluyente que antes). Y con el reencuentro, la pasión, una pasión enfermiza, posesiva, rozando el sado-masoquismo y que recuerda a lo que Polanski narrara en Lunas de hiel, por poner un ejemplo.

La película, de generoso metraje (casi tres horas), se inicia con un cierto titubeo, un largo prólogo en el que se fragua el plan de los jóvenes estudiantes, hasta crecer en intensidad desde la mitad del filme y hasta el final, y todo ello en medio de partidas de mahjong, miradas, deseos y pasiones encubiertas.

Película sensacional en muchos aspectos, con una factura visual impecable, una reconstrucción del Shanghai de los años 40 fabulosa, unas interpretaciones excepcionales (a los dos protagonistas, añádase Joan Chen como la esposa del personaje que encarna Leung, o Lee-Hom Wang, como el líder estudiantil enamorado del personaje de Wei, incapaz de demostrar sus sentimientos hasta que ya es demasiado tarde). La música de Alexandre Desplat (atención a este nombre, que está sonando mucho en los últimos años y que puede dar mucho de sí en el futuro, formando parte de una nueva generación de compositores de cine, junto con Gustavo Santaolalla, Michael Giacchino y Alberto Iglesias) ayuda a contextualizar una historia, perfectamente orquestada, y que no deja indiferente al espectador. .

No quiero desvelar mucho más, pues la película merece ser disfrutada sin demasiados apriorismos ni ideas preconcebidas. Más que recomendable, estamos ante una película de visión casi obligatoria. Reitero: llamada a ser una de las películas del año.

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