26 de julio de 2012

Reseña de Bill Clinton. Una presidencia incomprendida, de Joe Klein, y de El legado político de Blair, de Rosa Massagué


Bill Clinton (n. 1946) y Tony Blair (n. 1953) tienen, hasta cierto punto, vidas paralelas, si decidimos asumir un punto de vista plutarquiano. Eche la cuenta el lector: ambos llegaron al poder en momentos de cambio para sus respectivos países, un cambio deseado y propiciado por sus habitantes, tras años de dominio conservador; ambos presentaron como carta de presentación un ambicioso programa de reformas que, no obstante, pronto se quedó en el camino; ambos gozaron de un enorme carisma personal, puesto a prueba por sus propios defectos personales y políticos; ambos se admiraban mútuamente y vieron el uno en el otro un espejo en el que mirarse o una senda que seguir; ambos, también, tuvieron una cuestión que lastró drámaticamente sus respectivos mandatos –el affaire Lewinsky para Clinton, la guerra de Iraq para Blair–, y ambos, desde su retirada del poder, a una edad relativamente joven, aunque avejentados por el ejercicio del mismo, han visto marchitas no pocas de las ilusiones al inicio de su carrera política.

No, esta reseña no es un ejercicio de complacencia con ambos personajes. En este 2009 asistiremos a dos hechos, uno seguro y el otro en la incertidumbre: la llegada al poder de una nueva esperanza en la Casa Blanca –Barack Obama– y el posible final de un mandato –el laborista– en Downing Street. Por un lado, ahora que termina la presidencia de George W. Bush en Estados Unidos, y con una cierta perspectiva, podemos vislumbrar con cierta nitidez la presidencia de su predecesor, Bill Clinton, una vez superados los ecos de uno de los escánalos sexuales más vergonzosos –ajenamente hablando– de la historia reciente de los Estados Unidos. Y, por el otro, y aunque quizá nos falte esa perspectiva, podamos ver con otra óptica el gobierno del primer ministro laborista con más éxitos de la historia del Reino Unido.

Pero hablemos de los autores de estas dos monografías que reseñamos. Y, en cierto modo, volvemos al estilo plutarquiano. En cierto modo, Joe Klein y Rosa Massagué se podría decir que tienen vidas paralelas, al menos profesionalmente hablando. Periodistas los dos, con una larga trayectoria, han dedicado gran parte de su profesión a seguir los avatares de ambos personajes; Clinton y Blair, respectivamente, ya como analista y entevistador de uno –Klein/Clinton–, ya como corresponsal en Londres para diversos medios de comunicación –Massagué/Blair–. Desde este punto de vista, pues, el del periodista y analista político, los dos libros que reseñamos son breves, concisos, amenos y reveladores, escritos desde la distancia y con no pocas reservas respecto a los dos personajes tratados. 

La historia reciente de Estados Unidos y del Reino Unido no serían las mismas sin el gobierno respectivo de ambos personajes, Antes apuntamos algunas semejanzas, hay más; por ejemplo, que tanto Clinton como Blair proceden de partidos progresistas –por decirlo de alguna manera– aunque desde luego con notables diferencias entre sí. Clinton, en cierto modo abanderado de los llamados Nuevos Demócratas, alcanzó la presidencia estadounidense en 1992 tras 12 años de gobierno republicano –Reagan y Bush Sr.–, en cierto modo el más conservador de prácticamente todo el siglo XX. Blair, por su parte, fue elegido primer ministro británico en 1997, tras casi 20 años de gobiernos conservadores (Thatcher y Major). Sus predecesores, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, también podríamos decir que tenían vidas paralelas (estamos de un Plutarco…), siendo forjadores de sendas revoluciones conservadoras en sus países y siendo sucedidos por herederos no tan firmes como ellos mismos – George H.W. Bush y John Major – y que tuvieron que lidiar con un desgaste de sus propios partidos, con sus propias carencias personales y con la derrota electoral, ambos, a manos de Bill Clinton y de Tony Blair.

Sería largo y extenuante analizar el período anterior y posterior de los gobiernos de Clinton y Blair, así que acudamos a los dos libros.

 En Bill Clinton. Una presidencia incomprendida, Joe Klein hace balance de los 8 años del mandato de Clinton. Unos años marcados, en la parte final, por los estragos del caso Lewinsky, causante de un proceso de de destitución – impeachment – que, auque no triunfó, dejó claros el hartazgo de la clase política y la opinión pública estadounidenses respecto a un asunto que marcó la agenda y la vida personal de Clinton; de mismo modo, oscureció su presidencia y sus logros. Unos logros que, no obstante y como analiza Klein, acabó dejando más sombras que luces sobre el gobierno demócrata de Clinton: el fracaso de la reforma sanitaria –una insensatez política, desde el punto de vista de Klein– marcó los primeros años de la presidencia clintoniana. Una presidencia que se inició con muchas esperanzas, con muchos proyectos de reforma, bastantes de los cuales se quedaron en la cuneta. Klein nos habla de un Bill Clinton más firme en la forma que en el contenido, de trato fácil, de elocuencia y encanto personal formidables, pero con demasiados adversarios –incluso dentro de su propio partido–, poco habituado al estilo de gobierno de Washington, incapaz de asumir que en ocasiones es mejor una retirada a tiempo que un ataque frontal. El fracaso de la reforma sanitaria de los años 1993-1994 dejó en stand by otros posibles proyectos, aunque Clinton consiguiera finalmente, y en su segundo mandato, algunos éxitos personales, como una bajada de impuestos o un saneamiento de la fiscalidad. Capítulo aparte merece una política exterior errática y que no supo encauzar los nuevos desafíos de finales de centuria: el desafío del terrorismo islamista radical, el papel de los Estados Unidos en el mundo después de la Guerra Fría, las relaciones con la nueva Europa o las renuencias a intervenir en conflictos donde el país creía no tener gran cosa que decir (la ex Yugoslavia o Ruanda).

El análisis que realiza Klein de la presidencia –y la biografía– de Clinton incide también en sus problemas para enfrentarse a una oposición republicana feroz –véase el caso de Newt Gingrich–, que desde un principio no le dio cuartelillo, las malas relaciones con la prensa y la pésima gestión de la imagen personal de un presidente, Clinton, que, no obstante, gozaba del favor de la mayoría de la población, a pesar de sus deméritos, desastres personales y fracasos. Klein no hace un relato exhaustivo de la presidencia de Clinton, ni estructurado en áreas, aunque hay elementos destacables en los que se centra: la fracasada reforma sanitaia, el bagaje ideológico de Clinton en el seno del partido demócrata, las vilezas de la política legislativa en Washington, las relaciones de Clinton con sus asesores y su esposa Hillary, y, cómo no, el escándalo Lewinsky.

El relato de Rosa Massagué en El legado político de Blair, en cambio, es distinto en la forma. La autora, de un modo clásico y muy ordenado, y tras un capítulo que repasa el períoodo conservador de Thatcher y major, analiza el período gubernamental de Blair en diversas áreas: la reforma constitucional de los laboristas, en la que destacan las devoluciones en Escocia y Gales y la restauración de los ayuntamientos, en especial el de Londres; una política económica con un fondo más conservador que de izquierdas; la reforma del estado del bienestar por parte de los laboristas y la política internacional de Blair, jalonada por la guerra de Iraq. Massagué destaca en su libro los cauces por los que se ha movido el Nuevo Laborismo desde los tiempos de Neil Kinnock y John Smith, y cómo alguien tan pragmático en lo político, tan conservador en lo ideológico –paradójicamente– y tan imbuido de un estilo presidencialista como Blair. Se analizan los tres mandatos de Blair –1997-2001, 2001-2005 y 2005-2007– y los resultados de cada uno de ellos. Blair puede anotarse entre sus éxitos la resolución del conflicto en Irlanda del Norte, la reforma del estado del bienestar, la modernidad del Reino Unido – una marca de fábrica, de hecho – y el paso de una economía desgastada y deficitaria a un modelo globalizador que de momento acumula más superávits que déficits. Pero las sombras también son numerosas: el estado del bienestar remozado se ha convertido en fuente de pobreza para no pocos británicos, que esperaban que un gobierno laborista velaría por los intereses de los más desfavorecidos, cuando más bien se ha dedicado a proteger a las clases medias; la reforma constitucional que Blair abanderó en 1997 se ha quedado, diez años después, en medias tintas, con pocos cambios aparentes y más cortinas de humo que realidades; la política económica –dirigida con mano firme por Gordon Brown, entonces ministro del Tesoro y actualmente [2009] primer ministro– ha sido constante en la macroeconomía y decepcionante en los aspectos cotidianos que el británico medio más le importan (la sanidad, el transporte, los impuestos). Ni siquiera la política de mano dura contra la delincuencia que Blair acaudilló ya antes de llegar al poder ha podidohacer disminuir el número de delitos o de presos en las cárceles.

En política exterior, Blair, poco ducho en tales artes en 1997, ha pasado de una intervención moral en contra de las guerras injustas o de las agresiones contra poblaciones indefensas –Kosovo, por ejemplo– a secundar al unilaterismo agresivo y al margen de Naciones Unidas que la presidencia estadounidense de George W. Bush ha llevado a cabo desde 2001. La guerra de Iraq, en la que Blair ha empeñado su carrera personal y la estabilidad del gobierno laborista, ha sido en cierto modo su tumba política. La sumisión de Blair respecto a Bush –el servilismo, entre los más críticos– le ha ocasionado a Blair la rebelión de numerosos diputados en sus filas y las manifestaciones en contra de cientos de miles de británicos en las calles por lo que consideraban una guerra ilegal. Al mismo tiempo, Blair, imbuido de una concepción personal del poder, más de presidente que de primer ministro, no ha podido – o no ha sabido, o no ha querido – establecer buenas relaciones con la prensa en sus últimos años de gobierno. Blair ha preferido hacer más caso a asesores de imagen y a analistas de empresas de márqueting que a sus propios compañeros de partido, lo cual le ha alejado de la política parlamentaria, enrocándose en su papel de rey no coronado; presidente más que primer ministro, monarca más que primus inter pares.

El libro de Massagué tiene el hándicap de ser publicado apenas unas semanas antes de que Blair abandonara Downing Street y cediera el poder a quien fue su aliado y posteriormente su enemigo en el propio partido: Gordon Brown. A un año y medio vista, la situación en el Reino Unido ha cambiado en algunos aspectos. Blair dejó el liderazgo del partido laborista en unos momentos en que las posibilidades de triunfo de los conservadores eran muy elevadas. Brown tenía, pues, desde junio de 2007, casi dos años por delante para enderezar el rumbo de un partido que parece encaminado a una aplastante derrota – la misma que ellos inflingieron a los conservadores en 1997. Pero la actual crisis económica puede hacer cambiar la tendencia: Brown parece renacer de sus cenizas y el partido laborista ha acortado las distancias con el conservador en los últimos meses, aprovechando la –de momento [2009]– buena actuación del primer ministro en la crisis económica y ante casos de corrupción –again– en el partido conservador, cuyo líder, David Cameron, parece haberse deshinchado. Estas cuestiones se han desarrollado en el año y medio posterior a la publicación del libro de Massagué y es posible, si la tendencia de recuperación de los laboristas continúa, que las sombras que la periodista remarca en su libro queden maquilladas o difuminadas de cara a las elecciones generales de este 2009. 

En definitiva, y para no enrollarme mucho más, la lectura de los libros de Klein y Massagué aporta no pocas pistas sobre los gobiernos de Clinton y Blair, así como detalles de su personalidad. Ambos son breves – apenas 250 páginas cada uno -, de lectura ágil y amena, con un estilo de análisis periodístico más de opinión en el caso de Klein, más de trabajo de archivo y bibliográfico en el libro de Massagué. Muy recomendables ambos libros, tienen notables puntos en común –algunos de los cuales he destacado en esta doble reseña–. Ahora que parece que nos encaminamos, en este 2009, a cambios tanto en los Estados Unidos como en el Reino Unido, un repaso al gobierno y al legado polítcio de Bill Clinton y de Tony Blair nos ofrece numerosos elementos acerca de la historia reciente de ambos países. 

Y esto es lo que hay, amigos.

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