3 de junio de 2012

Crítica de cine: Origen (Inception), de Christopher Nolan

Ya que anoche la repasé...

[7-VIII-2010]

Hoy me he acercado al cine a ver la que sin duda será una de las películas de este 2010. Christopher Nolan vuelve al ataque dos años después de El Caballero Oscuro, segundo episodio de la nueva y remasterizada saga de Batman, cuya tercera entrega no llegará a nuestras pantallas hasta 2012. Y lo hace con el guión y la dirección de una película que, por estructura, guión y, por qué no, originalidad evoca a Memento, la película que le lanzó a la fama en 2000.

Dom Cobb (excelso Leonardo DiCaprio) es un Extractor: entra en las mentes de personas para robarles ideas o inducirles otras tantas a través de sus sueños. Suele acompañarle un equipo en el trabajo, con Arthur (Joseph Gordon-Levitt, visto hace poco en la magnífica (500) Días juntos) para los detalles y un Arquitecto para construir en el subconsciente de la persona de marras. Pero Cobb arrastra problemas personales, relacionados con su difunta esposa Mal (sensacional Marion Cotillard). Cuando un trabajo en la mente del misterioso Saito (Ken Watanabe) sale mal, Cobb se ve obligado a participar en un nuevo trabajo: entrar en los sueños de Robert Fischer (Cillian Murphy, ya un habitual en el cine de Nolan), rival en los negocios de Saito; a cambio, Saito, le permitirá regresar a casa con sus hijos, a los que no ve desde la muerte de Mal (y algo más...). Se unen al equipo el impulsivo Eames (Tom Hardy) y la joven Ariadne (Ellen Page), como nueva Arquitecta. Y comienza una trepidante aventura... 

Nolan ha construido una película muy ambiciosa, con un guión complejo, en el que los sueños se producen dentro de los sueños, e incluso por triplicado. Se toma su tiempo para construir la historia, casi del modo metódico con el que Ariadne construye escenarios arquitectónicos de enorme belleza (y plegables sobre sí mismos) en el subconsciente de las personas. Los sueños se convierten en otra realidad, palpable, verosímil, tanto que cuesta diferenciarla del auténtico mundo real. Si en Memento Nolan jugaba con las elipsis y una historia que aprovechaba la amnesia reciente del protagonista así como una estructura cronológica inversa, en Origen los sueños y la frágil (cuando no inexistente) línea que separa nuestro subconsciente del mundo real es un poderoso leitmotiv. Y del mismo modo que en aquella película eran los tatuajes en el cuerpo de Leonard los que le permitían a éste saber qué hacer o qué camino seguir, en esta película tenemos objetos (un dado cargado, una pequeña peonza, un peón de ajedrez o incluso un inocente juguete infantil) que nos permiten diferenciar la fantasía de la realidad... real. Porque si en Ciudadano Kane hubo un Rosebud, en esta película hay otros, varios, múltiples, sorprendentes. 

Sueños, fantasías, recuerdos que no se borran, traumas que siguen presentes, riesgos (casi) mortales que se pueden correr... Nolan bucea en su propio cine y en referencias cinéfilas de todo tipo: de la mujer esposa muerta en Solaris de Andrei Tarkovski a la escena del atraco en Heat de Michael Mann, del mejor Kubrick al imaginario, ya mítico, de Matrix de los hermanos Warchowski; inclso una pizca de películas que nosevocan sesiones dobles en cines de barrio como Los héroes del Telemark). Y lo hace con una película que, a diferencia de El Caballero Oscuro, mantiene un ritmo constante, sin caer en la desmesura (magistral desmesura, con todo) de esta anterior película. Origen no decae, se toma su tiempo en la primera hora de metraje para ponernos en situación. No aburre, ni siquiera en las escenas más íntimas (Leonardo DiCaprio parece condenado en este 2010 a vivir dos veces una historia similar...). La trepidante y al mismo tiempo absorbente música de Hans Zimmer subyuga casi tanto como la acción (dosificada) que Nolan nos muestra. Nunca la caída de una camioneta duró tanto y quizá nunca se mantuvo el pulso de esa caída durante casi una hora sin que el espectador desfallezca. 

Sobra decir, pues, que estamos ante una magnífica película ¿fantástica? ¿De acción? ¿Ciencia-ficción? ¿Dramática? ¿Onírica? No hay espacio ni tiempo para estropearlo con chistes facilones ni gags cómicos que desmerezcan la trascendencia de un guión asombrosamente bien trabado (y lo fácil que hubiera sido que a Nolan se le fuera la mano...). Una película larga, dos horas y media que dejan poso y huella en el espectador, aunque no se agote ni se aburra. Una película que escalona sueños, remueve realidades y conmueve planos y secuencias (lluviosas o nevadas). Una película en cierto modo incalificable. Una reinterpretación del género de la ciencia-ficción. Una película que hay que ver, obligatoriamente.

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