Crítica de cine: Sombras tenebrosas (Dark Shadows), de Tim Burton

Tim Burton ya empieza a dormirse en los laureles. Empezó a hacerlo con Charlie y la fábrica de chocolate en 2005. En 2010 presentó su particular pero irregular versión de Alicia en el País de las Maravillas. Y ahora vuelve por donde siempre ha estado, con ese estilo entre gótico y fantástico que es marca de la casa, con su puesta al día de una serie de televisión de los años sesenta (cuyo actor protagonista, por cierto, falleció hace pocas semanas): Sombras tenebrosas (Dark Shadows).

Lo mejor que se puede decir de la película es que tiene ese toque de Burton, esa imaginería visual tan personal, tan reconocible... y a la postre ya tan poco sorprendente. 

Lo peor de la película es que en muchos ratos aburre y el guión se echa a perder en la media hora final. La trama es también muy particular del universo Burton: tras dos siglos enterrado en vida, un vampiro, Barnabas Collins (Johnny Depp), que sufrió la maldición de una bruja a la que rechazó en el pasado (Eva Green), vuelve a la vida y regresa la mansión familiar, en Maine. Allí se encuentra con sus descendientes de 1972, con lo cual el choque cultural, que llena la primera parte de la película, está servido. Luego viene la lucha contra la bruja despechada y la protección del negocio familiar. 


Al cabo de media hora, ya me aburí (me pasó algo similar con Charlie...). Johnny Depp hace tiempo que también hastía con una gestualidad excesiva, una vis cómica que suena a vista mil veces y un histrionismo cansino. Quizá lo más interesante esté en Michelle Pfeiffer y en la robaescenas Chloë Grace Moretz; el personaje de Jonny Lee Miller directamente lo podrían haber obviado en la sala de montaje, y Helena Bonham Carter tiene menos excusas que ofrecer ante el hecho de que aparece en la película por ser la pareja de Burton.


En fin, película que ya me olía a decepción pero que fui a ver por curiosidad.