10 de febrero de 2012

Reseña de Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana, de Mary Beard

[10-V-2009]


En el último año, Crítica ha publicado varios libros sobre la Roma antigua. Entre ellos, destacan Roma y los bárbaros. Una historia alternativa, de Terry Jones y Alan Ereira; Vidas de los Césares, de Anthony Barret (ed.), y El triunfo romano, de Mary Beard. Ahora nos llega la traducción de otro libro de Beard, Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana. Un libro que no trata de las excavaciones en Pompeya –y también Herculano y Estabias–, sino de la doble ciudad pompeyana: la Pompeya destruida un día de verano del año 79 d.C. y la Pompeya que los mitos y leyendas sobre sí misma se ha ido forjando en el imaginario colectivo.

Cuando reseñé El triunfo romano ya comenté algo sobre la autora, así que paso directamente al libro. Se echaba de menos un libro reciente y en castellano sobre Pompeya: no exclusivamente centrado en la arqueología ni tampoco en su destrucción. Apenas contamos con libros sobre el tema: podemos citar el de Alex Butterworth y Ray Laurence, Pompeya (Aguilar, 2007), que se centra en lo que las fuentes nos dicen sobre la ciudad;o, tirando hacia atrás en el tiempo, el libro de Robert Etienne, La vida cotidiana en Pompeya (Aguilar, 1970). Ciertamente, contamos con novelas históricas, como la reciente de Robert Harris (Grijalbo, 2004); qué decir del clásico de Edward Bulwer Lytton, Los últimos días de Pompeya (1834). Pero, en mi opinión, faltaba un libro que no se centrara exclusivamente en la vida cotidiana de la ciudad, en su destrucción o en las excavaciones arqueológicas desde mediados del siglo XVIII. Y creo que el libro de Mary Beard cumple este perfil. 

El libro de Beard es una historia de Pompeya, desde su condición de colonia romana tras la Guerra Social (91-88 a.C.), pero al mismo tiempo es una historia romana. Podemos ver en Pompeya una Roma fuera de Roma, una ciudad de provincias también considerada una ciudad de veraneo (tipo Saint-Tropez). Una ciudad de la que, por un lado, se saben muchas cosas (gracias al hecho de que la lava conservara tantos restos de la ciudad), pero por otro lado muy poco. Como dice la autora:
En la imaginación de los modernos, muchísimos pompeyanos han acabado siendo situados en el lugar equivocado. O, por decirlo de un modo más genérico, existe un abismo enorme entre «nuestra» ciudad antigua y la ciudad destruida en 79 d.C. A lo largo del presente libro utilizaré constantemente los puntos de referencia, las ayudas provenientes de los hallazgos y la terminología propia de «nuestra» Pompeya. […] Al hacer hincapié en esos procesos, no hago más que ponerme al día y, en cierto modo, volver a una experiencia más decimonónica de Pompeya. Naturalmente, los turistas que visitaron la ciudad en el siglo XIX, como sus homólogos del siglo XXI, disfrutaron con la ilusión de volver atrás en el tiempo. Pero se sintieron intrigados también por la forma en que se les revelaba el pasado: no sólo por el «qué» conocemos de la Pompeya romana, sino también por el «cómo» la conocemos. [p. 38-39]
De este modo, con este doble planteamiento, asumimos la lectura de un libro que engancha desde la primera página: ya en las primeras páginas, Beard comenta, con varias pinceladas, la erupción del Vesubio y la destrucción de la ciudad. A partir de una introducción en la que se explicita la metodología seguida, Beard nos sitúa en materia y nos explica la «historia» de Pompeya por capítulos temáticos: la creación de Pompeya como municipio romano. Posteriormente, se centra en la vida en las calles, que da pie a hablar de avenidas, calles de uno o dos sentidos, y en cómo el pompeyano, como tantos romanos de su época, vivía gran parte de su vida cotidiana en las calles.

A continuación, se habla de las casas, de lo que se ha encontrado en ellas, del tipo de viviendas y del tópico que existe en general sobre las domus (casas unifamiliares) y las insulae (bloques de viviendas), incidiendo en que había más tipos de viviendas. Los dos capítulos siguientes se centran, primero, en la pintura y la decoración de las casas, en la información que nos transmite sobre la Pompeya (y la Roma) de la época, y en cómo no siempre hay que fijarse en lo que vemos a primera vista; y, segundo, en las formas de ganarse la vida, centrándose en tres profesiones determinadas: panadero, banquero y fabricante de garum

La información que las inscripciones de las paredes aportan nos sirve para que podamos entender mejor estas profesiones, saliendo de tópicos conocidos, al mismo tiempo que se analiza, aunque sea a vuelapluma, la economía del mundo antiguo. Un siguiente capítulo trata del gobierno de la ciudad: política y vida cotidiana se entremezclan, siendo posible seguir la evolución de las disputas electorales en una ciudad de provincias como Pompeya, cuando en Roma las votaciones habían perdido todo significado. Seguidamente, se habla de los placeres del cuerpo: comida, bebida, sexo y los baños. ¿Temas tópicos? Habitualmente sí, pero a través de lo que las excavaciones pompeyanas han sacado a la luz, es posible matizar múltiples aspectos sobre alimentación y ocio.

Del mismo modo, en el siguiente capítulo se analizan las diversiones y los juegos: el teatro, las apuestas, los juegos de mesa, los espectáculos sangrientos, etc. En el último capítulo entra en juego la religión: «una ciudad llena de dioses», ya sean los dioses tradicionales romanos o las deidades orientales como Isis. La religión es política, pero también mentalidades. Un epílogo nos sitúa en los cementerios fuera de los muros de Pompeya y en como «incluso los monumentos a los difuntos pueden arrojar una luz valiosísima sobre la vida de una ciudad romana».

Mary Beard

Es justamente el estudio de una ciudad romana como Pompeya, conservada gracias a la lava del Vesubio, lo más interesante del libro. El análisis temático del libro podría dar a pensar que nos encontramos con un libro más sobre una ciudad romana, sobre su vida cotidiana. Pero la lectura del libro lo desmiente: el estilo de la autora, ágil, ameno y con un sentido del humor muy British (y con bastante sentido común, por cierto). Se matizan tópicos, cuando directamente no se desmontan sobre la vida en una ciudad romana. Se explican muchas cosas de la Pompeya destruida, pero también se conjetura con buen criterio sobre aquello que no conocemos de la misma. Se habla de calles y avenidas, de desagües y suciedades, de ricos y pobres, de la vida dentro de la casa y fuera de la misma (¿quiénes lo hacían?), de ganarse la vida y de disfrutarla, de precios y salarios, de lo que el cine nos muestra y de lo que la realidad nos esconde. En definitiva, se habla de una ciudad romana, cuando no se habla de Roma misma.

Beard no abusa de la erudición, no hay notas a pie de página que interrumpan el relato del público en general. Porque es un libro enfocado claramente a un público no especializado, pero que los especialistas también pueden devorar con pasión. En el ensayo bibliográfico del final del libro el lector encontrará más lecturas que seguir. La autora incluye también recomendaciones prácticas para cualquier visitante a Pompeya (cómo llegar, qué ver preferentemente)

Un comentario sobre la traducción: realizada por Teófilo de Lozoya (habitual en Crítica) y Juan Rabasseda, consigue captar el estilo y el sentido del humor de la autora, al mismo tiempo que es exquisita, sin errores de traducción y (aunque esto no les compete) erratas tipográficas (algo que se agradece y mucho). Como muestra del buen hacer de los traductores, un botón, respecto a las viviendas, en este caso encima de unos baños:
Pero también había cosas negativas. Aunque en otros muchos apartamentos situados en un piso alto disponían de retrete (un asiento de madera sobre un sumidero abierto en el muro), éstos –por lo que podemos afirmar– carecían de servicio. Y la proximidad de las termas habría sido un motivo de disgusto para los que valoraban la paz y la tranquilidad. Al menos eso es lo que dan a entender las quejas de Séneca, que en una ocasión vivió en unas circunstancias parecidas en Roma: […] Es posible que Séneca fuera un poquito cantamañanas, pero en este caso podemos compadecerlo.
Imposible no sonreír ante esto. 

Para ir concluyendo, un libro muy recomendable, muy adictivo, que se lee con muchísimo placer, que se disfruta desde la primera página. Al llegar al final, casi lo primero que haces es mirar en Internet los vuelos a Roma y los horarios de tren desde Termini a Pompeya…

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