Aprovechando que anoche emitieron en La Noche Temática de la 2 el documental "Hugh Hefner. Playboy, activista y rebelde"...
Playboy, la revista de entretenimiento masculina, se convirtió en una válvula de escape de la moralidad pacata de los Estados Unidos de posguerra cuando Hugh Hefner, su creador, publicó el primer número, en noviembre de 1953, con una imagen de Marilyn Monroe desnuda. Pero la revista, desde sus inicios, fue mucho más que un producto con desnudos femeninos elegantes. Más allá de las Bunnies, las conejitas Playboy, y las chicas de cada mes, las Playmates, Playboy fue también «un laboratorio crítico para explorar la emergencia de un nuevo discurso sobre el género, la sexualidad, la pornografía, la domesticidad y el espacio público durante la guerra fría», en palabras de Beatriz Preciado, autora de Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en «Playboy» durante la guerra fría, finalista del Premio Anagrama de ensayo 2010. Un sugerente ensayo que va mucho más allá de la figura (discutible) de Hugh Hefner, sino que analiza el suelo arquitectónico de un hombre que no sólo quiso editar una revista con imágenes de mujeres desnudas.
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Beatriz (ahora Paul) Preciado |
Estamos, de entrada, ante un libro diferente, tremendamente interesante, casi único. Un libro que trata sobre arquitectura, sexualidad, construcción de un patrón masculino heterosexual moderno e identidad de género. Un libro que nos lleva a indagar en aspectos que habitualmente no conocemos de la figura de Hugh Hefner, el hombre que siempre va en pijama de seda y bata de satén. Beatriz Preciado (n. 1970), filósofa, divulgadora de la queer theory y especializada en teoría de la arquitectura, nos acerca a un hombre complejo y al que conocemos como el fundador de una revista y de un universo en el que las mujeres son reducidas a ser producto de la fantasía heterosexual masculina. Y, sin embargo, Hefner trascendía esta simplificada etiqueta: para Hefner, Playboy era más que una revista, y su filosofía sexual –pornotópica, en palabras de la autora–, tenía mucho que ver con una reevaluación del espacio arquitectónico masculino. Como afirmaba Hefner en el segundo número de la revista (diciembre de 1953):
«Quería una casa de ensueño. Un lugar en el que fuera posible trabajar y también divertirse, sin los problemas y conflictos del mundo exterior. Un entorno que un hombre pudiera controlar por sí solo. Allí sería posible transformar la noche en día, visionar una película a medianoche y pedir que me sirvieran la cena al mediodía, asistir a citas de trabajo en mitad de la noche y tener encuentros románticos por la tarde. Sería un refugio y un santuario... Mientras el resto dle mundo quedaba fuera de mi control, en la Mansión Playboy todo sería perfecto. Ése era mi plan. Me crié en un ambiente muy represor y conformista, así que buscaba crear mi propio universo, donde me sintiera libre para vivir y amar de un modo que la mayoría de la gente apenas se atreve a soñar».
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Una estancia interior. |
Se trata de una reformulación no sólo del espacio privado y, en consecuencia, de una arquitectura que buscaba crear un ámbito en el que el hombre moderno pudiera vivir y relacionarse, sino también un desafío a ese espacio doméstico familiar de casa de urbanización en el extrarradio, conservador y de los años cincuenta, donde el hombre reside, pero que apenas controla. Un espacio doméstico adaptado a un hombre moderno, que elegiría él mismo su mobiliario, no dejándolo en manos de la esposa. Un espacio que se situaba, en el imaginario de Hefner, como la solución alternativa a, por un lado, la casa familiar suburbana, espacio heterosexual dominante propuesto por la cultura norteamericana de posguerra y, por otro, un espacio que remite a un hombre soltero homosexual. De este modo, el estilo Playboy, «no es
simplemente una revista de contenido más o menos erótico, sino que forma
parte del imaginario arquitectónico de la segunda mitad del siglo XX. Playboy
es la Mansión y sus fiestas, es la gruta tropical y el salón de juegos
subterráneos desde el que los invitados pueden observar a las Bunnies
bañándose desnudas en la piscina a través de un muro acristalado, es la
cama redonda en la que Hefner juguetea con sus conejitas. Playboy
es el ático de soltero, es el avión privado, es el club y sus
habitaciones secretas, es el jardín transformado en zoológico, es el
castillo secreto y el oasis urbano... Playboy iba a convertirse en la primera pornotopía de la era de la comunicación de masas» (p. 15).
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La cama redonda multifuncional. |
Y es más que eso: es un espacio liberador de la moral masculina, en el que la mujer no se convierte en mero objeto del deseo sexual, sino en partícipe de una utopía sexual liberadora. Es el despertar de la conciencia doméstica del hombre, que crea un espacio donde vivir, trabajar, amar y soñar. Es la creación de una nueva manera de entender la sexualidad, no desaforada ni violenta, sino basada en la imagen de una «girl next door», de una chica pin up accesible, sin compromisos ni ataduras, que huye de los convencionalismos sociales. Es la formulación de un espacio que trasciende la mera vivienda, en el que objetos como la cama redonda multifuncional –en la que el propio Hefner vivía y trabajaba a lo largo de los años 50 y 60; véase fotografía– se convierten mini-espacios horizontales, donde se podía trabajar, casi a ras de suelo (Hefner solía trabajar en el suelo, tanto en su despacho como en su mansión). De este modo el trabajador horizontal se liberaba de tensiones y de un estrés laboral con consecuencias físicas.; Hefner incentivaba a sus empleados que trabajaran en espacios horizontales, al margen de la verticalidad propia de la oficina, e incluso que se tomaran recesos para tener relaciones sexuales, que liberarían sus tensiones. También Hefner, un toxicómano que abusaba de las dexedrinas, incentivaba el uso de psicotrópicos para soportar largas sesiones de trabajo. Lógicamente, esta filosofía del trabajo tuvo escasa vigencia, especialmente desde que la lógica revolucionaria de los años sesenta dio paso a concepciones neoconservadoras en las dos décadas siguientes.
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Una nueva casa para un "nuevo" hombre (alzado). |
Pero la pornotopía de Hefner, el «contra-espacio» o lugar donde se suspendían las normas morales que rigen todo otro lugar, según la concepción de Michel Foucault, fue más allá de la configuración de un espacio arquitectónico –y sexual– propio del hombre moderno. La creación de la Mansión Playboy, primero en Chicago y a principios de los años setenta en Los Ángeles, dio paso a una vuelta de tuerca a lo que habitualmente era el burdel. No es que Hefner convirtiera su mansión en un burdel de lujo –que, en cierto modo, lo era–: para Preciado, la Mansión Playboy fue un espacio de trabajo y de desahogo sexual que, en cierto modo, se imbuía de elementos de la celda monástica, la compartimentación de los espacios arquitectónicos carcelarios (y del pensamiento ideológico que también remite al marqués de Sade). ¿Muchos conceptos, verdad? De todo ello va este libro de apenas 200 páginas que se devora con fruición, que nos emite a un período de revolución sexual y arquitectónica –el apego de Hefner a Mies van der Rohe, Philip Johnson, Frank Lloyd Wright y Walter Gropius–, de poner encima de la mesa una nueva filosofía del disfrute del espacio doméstico –la famosa cama redonda de Hefner, por ejemplo–, de la extensión del «archipiélago Playboy» por todo el mundo en los años setenta (y su desmantelamiento desde finales de los noventa), del «Disneyland patra adultos», etc.
Una recomendación: no os lo perdáis.
Uy, te juegas que se te vuelvan a cepillar el blog...
ResponderEliminarYa puede la autora tirar de papel de celofán: la cosa, en el fondo, un puticlub y picadero en casa. Le ha salido bien a HH porque siempre hay tías con ganas de medrar poniendo el chichi a remojo en vez de menearse las meninges.
Por cierto, que a mí de joven me gustaba mucho más la Penthouse que la Playboy, más sosilla. Me parecían las tías mucho más golfas (sic) y desinhibidas, y la fotografía y estética insuperable (inigualable Spephen Hicks, por ejemplo). En fin, qué lúbricos tiempos...
(modo viejoverde off)
Salutes
Si van a cerrar un blog por reseñar un libro que no es pornográfico más allá de la palabra porno del título... apaga y vámonos.
ResponderEliminarBig Bot is watching you
ResponderEliminarSí, sí, tú juega con fuego otra vez, que el bot de guguel no entiende de barcos —digo de p*rn*— y corremos todos el riesgo de que te baneen y de nuevo tó al garete.
¡Penitentiagite!
Si se quedan sólo en la palabra "porno" del título de un libro, es que realmente la blogosfera merece y se puede ir al garete...
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