2 de enero de 2012

Crítica de cine: Drive, de Nicolas Winding Refn




Mientras veía a Ryan Gosling como el anónimo conductor de esta película de Nicolas Winding Refn me venía a la cabeza la figura de Santos Trinidad (José Coronado), el antihéroe a su manera de No habrá paz para los malvados de Enrique Urbizu. Ambos son personajes hasta cierto punto similares, caballeros andantes involuntarios, capaces de la mayor brutalidad y sin embargo dispuestos a tirarlo todo por la borda, su propia vida si es necesario, con tal de hacer el bien. Quizá una de las peculiaridades de los héroes actuales sea el hecho de ser más bien personajes que a priori no despiertan nuestras simpatías.

El conductor especialista de cine de día y conductor mercenario para todo tipo de "trabajos" de noche que encarna Gosling está hecho de una pasta de este tipo. Este conductor te da cinco minutos, no más, y te sacará de cualquier apuro. Pero no le pidas más. Es un hombre taciturno, de rostro serio que ocasionalmente se dulcifica con una sonrisa tirando a irónica, que esconde un pasado que se nos intuye turbio, pero con el que no cuesta empatizar. Y eso es algo que hace Irene (Carey Mulligan) y su hijo Benicio, vecinos del mismo bloque. Sus encuentros son parcos en palabras y densos en miradas intensas. Impenetrable, sólo Irene y su jefe/socio Shannon (Bryan Cranston) conseguirán conocerle... y no del todo. Pero las cosas se complicarán cuando el marido de Irene, Standard Gabriel (Oscar Isaac), le pida ayuda para un trabajo...

Película intensa, con escenas en las que te quedas sin saber como reaccionar y que rompen un ritmo atípico, impropio de una película que se nos ha vendido como un thriller y que tiene más bien mucho que ver con el cine negro de la mejor cosecha. La venganza, la redención, el amor y sobre todo la justicia por encima de todo son los grandes temas que planean sobre una película que hipnotiza. La ciudad, sobre todo de noche, como jungla de algo más que asfalto (quémagníficas tomas). Mafiosos de medio pelo /y de algo más... como los que encarnan Ron Perlman y especialmente un atípico Albert Brooks), asuntos que salen lam, violencia extrema en el mismo ascensor en el que el amor es capaz de aflorar en apenas la misma secuencia. Todo eso es Drive... y me quedo corto.

Una gran película, un gran personaje, una tensión que no cesa.

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