Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Una jueza se dirige a una vista sobre la custodia de un niño de once años, Julien. Sus padres, Miriam y Antoine, se han divorciado, de manera poco o nada amistosa, y queda decidir con quién se quedará el niño; tienen otra hija, Joséphine, pero está a punto de cumplir los 18 años y ha decidido que no quiere estar con el padre. Las abogadas de cada parte exponen sus argumentos: la letrada de la madre exige la custodia exclusiva de Julien y una pensión alimenticia para el niño, no reclama nada para ella; la abogada del padre solicita la custodia compartida, con fines de semanas alternativos. Se lee una declaración tomada a Julien, en la que este se muestra contrario a estar con su padre; es más, no quiere. Sale a la luz el carácter violento del padre, que se queja de que su ex esposa pidió el divorcio de un día para otro y manipula a los hijos para que no quieran estar con él. La jueza tiene dudas, sospecha que Julien es la víctima colateral de un divorcio traumático y tampoco se le aportan pruebas de un maltrato por parte del padre. Meditará su decisión y la comunicará a los abogados de cada parte unos días después. Miriam la recibirá por teléfono, cuando está visitando un nuevo piso para ella, Julien y Joséphine (un octavo piso en una barriada de grandes edificios de viviendas familiares): la jueza ha dictaminado que ambos padres compartirán la custodia de Julien, que vivirá con Miriam, pero con períodos alternativos de estancia con Antoine. Pero lo peor está por llegar…