20 de abril de 2018

Crítica de cine: Custodia compartida, de Xavier Legrand

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Una jueza se dirige a una vista sobre la custodia de un niño de once años, Julien. Sus padres, Miriam y Antoine, se han divorciado, de manera poco o nada amistosa, y queda decidir con quién se quedará el niño; tienen otra hija, Joséphine, pero está a punto de cumplir los 18 años y ha decidido que no quiere estar con el padre. Las abogadas de cada parte exponen sus argumentos: la letrada de la madre exige la custodia exclusiva de Julien y una pensión alimenticia para el niño, no reclama nada para ella; la abogada del padre solicita la custodia compartida, con fines de semanas alternativos. Se lee una declaración tomada a Julien, en la que este se muestra contrario a estar con su padre; es más, no quiere. Sale a la luz el carácter violento del padre, que se queja de que su ex esposa pidió el divorcio de un día para otro y manipula a los hijos para que no quieran estar con él. La jueza tiene dudas, sospecha que Julien es la víctima colateral de un divorcio traumático y tampoco se le aportan pruebas de un maltrato por parte del padre. Meditará su decisión y la comunicará a los abogados de cada parte unos días después. Miriam la recibirá por teléfono, cuando está visitando un nuevo piso para ella, Julien y Joséphine (un octavo piso en una barriada de grandes edificios de viviendas familiares): la jueza ha dictaminado que ambos padres compartirán la custodia de Julien, que vivirá con Miriam, pero con períodos alternativos de estancia con Antoine. Pero lo peor está por llegar… 

Canciones para el nuevo día (2455/1684): "Hung Up"

Madonna - Hung Up

Disco: Confessions on a Dance Floor (2005)


16 de abril de 2018

Reseña de Felipe V, esclavo de sus mujeres, de Philippe Erlanger

Sobre Felipe V, antes, durante y después del III Centenario de la llegada de los Borbones al trono de España, conmemorado con todo lujo de boatos y congresos, se ha escrito mucho, y no menos sobre la Guerra de Sucesión de España (1702-1714) en los últimos años (al margen de polémicas y controversias más o menos "historiográficas"). Desde que Philippe Erlanger (1903-1987) publicara este libro –edición original, Philippe V d'Espagne: un roi baroque esclave des femmes (Perrin, 1978; la edición que consta en los créditos de la traducción española, Philippe V d’Espagne, 2000, debe de ser una reedición)– ha llovido mucho, historiográficamente hablando (la edición castellana es de Ariel, 2003, en una colección de biografías nada desdeñable). Tanto, de hecho, que la valoración de este libro, dentro del panorama de estudios sobre el monarca español, puede caer fácilmente en la etiqueta “superado”. Pero es que, y hay que decirlo de entrada, este libro juega en otra liga, dentro del mismo deporte. Fundamentalmente porque Erlanger no fue un historiador académico, y menos en clave actual, sino un alto funcionario, escritor y periodista, autor de algunas biografías escritas a partir de memorias y correspondencia, y con un estilo netamente évènementielle. Y es importante incidir en ello para comprender el estilo de Erlanger en este libro.

Canciones para el nuevo día (2451/1680): "You Make Me Feel Like Dancing"

Leo Sayer - You Make Me Feel Like Dancing

Disco: Endless Flight (1976)

 

10 de abril de 2018

Reseña de Ascenso y caída de Adán y Eva, de Stephen Greenblatt

Esta reseña parte de la lectura del original en inglés, The Rise and Fall of Adam and Eve (W. W. Norton & Company, 2017).

Notas al final de la reseña.

El crítico e historiador literario estadounidense Stephen Greenblatt se ha convertido en uno de los representantes, sino el principal, del llamado Nuevo Historicismo, tendencia que –no sin críticas– [1] conjuga crítica literaria e historia desde una aproximación no reduccionista, sino a partir del contexto histórico en el que las obras literarias en el que fueron creadas y, al mismo tiempo, la historia cultural desde las piezas que se escribieron en ese período. Sus estudios sobre Shakespeare [2] o la recuperación de Lucrecio a cargo de Poggio Bracciolini en el siglo XV, [3] por poner dos ejemplos recientes, siguen esta particular “hoja de ruta”, de modo que conocemos las obras de un período a través de un ejercicio de historia cultural que no se circunscribe únicamente a su condición de artefacto literario producido en un momento determinado (y consumido como tal en ese período). Así, en la biografía que escribió sobre Shakespeare, Greenblatt emprende el viaje para conocer al personaje a través de sus obras, más que de las evidencias que tenemos del personaje (que también); pero no sólo sus obras (pues cómo reconstruir los “años perdidos” –entre 1585 y 1592, es decir, entre el nacimiento de sus hijos gemelos y la primera mención como autor teatral en Londres–, sino del ambiente literario que conoció el Bardo (el desprecio que sufrió por parte de los escritores de formación “oxoniense”, con Robert Greene a la cabeza, y de cómo el caldo de cultivo social y cultural nos permiten conocer a William a través del espejo de sus obras (o, cómo se menciona en el título original de la biografía citada, situar a Shakespeare en el mundo que lo rodeaba y del que bebió tanto, ya sea la cuestión de la Reforma anglicana en su familia y círculo de amigos o el antisemitismo latente en la sociedad inglesa, y de ahí obras como El mercader de Venecia, por ejemplo). En esta cuestión shakesperiana, que en el fondo es el iceberg de mucho más, sin disociarse en exceso del neohistoricismo, es el de James Shapiro, y sus estudios sobre el Bardo, aunque el estilo de este especialista británico es diferente: escoge un año de la vida, y sobre todo de la producción teatral de Shakespeare, y “reconstruye” a partir de un análisis de esos libros lo que sabemos del autor y su contexto histórico. [4]

Canciones para el nuevo día (2447/1676): "Magic"

Chucho - Magic



Disco: Tejido de felicidad (1999)


7 de abril de 2018

Crítica de cine: Juego de ladrones. El atraco perfecto, de Christian Gudegast

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

De tanto en tanto, el género de películas de atracos made in USA asoma la cabeza, enseña la patita y nos deja un título en la cartelera. A estas alturas hemos visto cintas de este tipo de todos los colores y por eso la noticia de que llega otra película más de este tipo provoca una cierta pereza que no oculta del todo una pizca de curiosidad. “Igual está bien, mientras entretenga…”, te dices a ti mismo cuando te diriges al pase de prensa (más bien escueto en asistentes) y te sientas en la butaca para ver Juego de ladrones. El atraco perfecto –no sé cómo, pero los exhibidores patrios han logrado meter en una misma frase dos títulos de lo más trillado en castellano; el original tampoco es que sea la repanocha: Den of Thieves (“guarida de ladrones” sería la traducción literal)–; una película de la que lo máximo que he querido saber, pues ya el título es lo suficientemente elocuente, es su duración: 140 minutos. Arrugo un poco el ceño, pero finalmente me puede el curioseo. Con los títulos de crédito finales (bastante chulos, por cierto), mis sensaciones son un pelín ambivalentes, encontradas, como se suele decir, pero en general positivas.

31 de marzo de 2018

Reseña de El cuarto disparo, de Javier Lacomba Tamarit

Robert Louis Stevenson popularizó (que no inventó), en El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886) la figura del Doppelgänger, la dualidad o la duplicidad en una misma persona entre un ente “bueno” y otro “malvado”. La literatura romántica del siglo XIX, con algunos precedentes, hizo especial hincapié en la figura de los “dobles”, los “gemelos”, a lo que Stevenson añadió el matiz de que uno de ellos era un “reverso tenebroso” del alma humana, idea que el cine y la televisión extendieron a lo largo del último siglo, y que encontramos también en la imagen del asesino en serie que oculta una doble o múltiple personalidad y que aparece a menudo en un género de tan éxito como la novela negro-criminal. Pero la duplicidad también puede entenderse, lato sensu, si observamos la diferenciación que pude haber, en una figura pública, entre la imagen que tuvo y proyectó en vida y la leyenda que surgió y se extendió con su muerte. Y en este sentido, alguien como John Fitzgerald Kennedy, el 35º presidente de los Estados Unidos (20 de enero de 1961-22 de noviembre de 1963) quizá sea el exponente más claro, en este tipo de disquisiciones, de la disparidad que hubo entre lo que fue su vida (y su carrera política) y su leyenda tras su asesinato en Dallas aquel mediodía de un día de otoño. Quizá dicho de manera un tanto cruda, Kennedy se convirtió en un icono para su generación, y las que la siguieron, no tanto por los logros (más bien escasos) de su presidencia como por el hecho de morir asesinado en acto de servicio.