30 de junio de 2017

Crítica de cine: Los últimos días del artista: Afterimage, de Andrzej Wajda

El director de cine polaco Andrzej Wajda falleció en octubre de 2016 a los 90 años de edad y con su muerte desaparecía uno de los exponentes de la Escuela Nacional de Cine y Teatro de Łódź, que desde su fundación en 1948 ha contado con miembros tan egregios como Krzysztof Kieślowski y Roman Polanski, entre otros. Quizá hoy en día la obra de Wajda sea poco conocida entre el público que asiste a una sala de cine, pero los que ya peinamos algunas canas recordamos películas suyas como Danton (1983), con Gérard Depardieu en la piel del revolucionario francés, y más recientemente Katyn (2007), que recreó la matanza de miles de oficiales del Ejército polaco en 1940, tras la ocupación de la mitad oriental del país por parte de la URSS (de acuerdo con el pacto que estableciera este país con la Alemania nazi a finales de agosto de 1939). A lo largo de su carrera, tres de sus películas fueron nominadas al premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa (Katyn fue la última) y en el año 2000 recibió un Óscar honorífico por su carrera, pero el cine de Wajda fue apreciado especialmente en Europa (son numerosos los premios que ha recibido en el Viejo Continente). La suya era una manera de hacer cine “diferente” a la hollywoodiense, “artesanal” e incluso ahondando en lo alegórico y lo simbólico; de este modo se comprometió desde sus primeras películas y hasta prácticamente su muerte por recrear la historia de Polonia desde una óptica muy personal. Sin duda, Los últimos días del artista: Afterimage es una buena muestra del tipo de cine que hacía Wajda y reconstruye el final de la vida de un artista: Władysław Strzemiński (1893-1952).

Canciones para el nuevo día (2245/1474): "How Bizarre"

OMC - How Bizarre

Disco: How Bizarre (1996) 

23 de junio de 2017

Reseña de El viajero accidental. Los primeros circunnavegadores en la era de los descubrimientos, de Harry Kelsey

El interés de los países occidentales por acaparar el comercio de las especias de las Indias, sin tener que pagar el peaje de los intermediarios otomanos y persas, estimuló desde finales del siglo XV los grandes viajes oceánicos en busca de una ruta directa hacia aquellas tierras lejanas: la costa de la India, los territorios que componían Indochina y, especialmente, el archipiélago malayo (Indonesia, Filipinas, Singapur, Malasia, Nueva Guinea…). La navegación a lo largo de la costa africana atlántica durante esa centuria (y antes) para encontrar un paso que llevara a la India fue alcanzando objetivos, al tiempo que se potenciaban otras rutas al interior de África por el oro y la trata de esclavos. El viaje del portugués Bartolomé Díaz (Bartolomeu Dias) logró doblar el Cabo de Buena Esperanza, en la punta sur africana, en 1488 e iniciaba los viajes que culminarían en 1497 con la expedición del también luso Vasco da Gama en 1497, siendo el primer europeo que logró realizar una ruta directa a la India. Entre medio, el genovés Cristóbal Colón, al servicio de la Corona castellana, se propuso alcanzar las Indias pero en camino inversamente opuesto al que realizaban los portugueses; y así, en octubre de 1492, alcanzó la isla de Guanahani (San Salvador) en las actuales Bahamas. En sus tres viajes posteriores, Colón no llegó a las Indias orientales, como bien sabemos, sino a un Nuevo Mundo para los europeos: América. La ocupación y colonización de América Central y gran parte de la del Sur en las décadas posteriores, con la conquista de los extensos territorios de aztecas (y sus vecinos) e incas, permitió a los españoles crear su propio imperio. Núñez de Balboa descubriría el océano Pacífico en 1513 y más adelante se crearían ciudades y puertos como Panamá y Acapulco, y los viajes desde la costa pacífica de América Central hacia Filipinas y China daría pie al “Galeón de Manila”, la ruta comercial que desde 1565 conectaría ambos lados del Pacífico. Pero nos estamos adelantando al dejarnos llevar por el recorrido de la historia: para entonces ya se habían descubierto los vientos que permitirían la ruta de regreso desde las Filipinas a la Nueva España; del mismo modo, el conocimiento de esas rutas transpacíficas hicieron innecesario un regreso desde Filipinas a Europa a través del océano Índico y bordeando el Cabo de Buena Esperanza, a la portuguesa. Se podría comerciar directamente desde Nueva España a Asia, y a la inversa. Como comenta Harry Kelsey en El viajero accidental. Los primeros circunnavegadores en la era de los descubrimientos (Pasado & Presente, 2017), «aquello marcó el fin de una era de circunnavegación fortuita: en adelante, quienes dieron la vuelta al mundo lo hicieron deliberadamente» (p. 182). 

Canciones para el nuevo día (2240/1469): "Got My Mind Set On You"

George Harrison - Got My Mind Set On You

Disco: Cloud Nine (1987) 

21 de junio de 2017

Reseña de Democracy: A Life, de Paul Cartledge

Quizá Democracy: A Life (Oxford University Press, 2016) sea el libro más ambicioso de Paul Cartledge, intelectualmente hablando: una historia de la democracia y, por derivación, de la historia griegas, que a su vez es una reflexión sobre las diferencias respecto al modelo democrático actual. Su análisis pivota sobre dos ejes: en primer lugar, la idea de que en la antigua Grecia no sólo hubo un modelo predominante de democracia (el más conocido), el ateniense, sino que deberíamos abrir el abanico a la “democracia” a modelos diversos en otras muchas póleis griegas; y en segundo lugar, la distinción que podemos establecer entre un ejercicio directo del poder por parte del pueblo –que sería lo que significaría realmente demokratía– en los tiempos antiguos (griegos) y la democracia representativa de los tiempos modernos. Estructurado en cinco “actos”, como una obra de teatro, el libro de Cartledge comienza con un repaso a las fuentes, tanto literarias como epigráficas, con un “guía” particular que es Aristóteles y dos de sus obras, Política y Constitución de los atenienses; un viaje a las fuentes en el que no pueden faltar Heródoto, Tucídides, Demóstenes, Esquines, Jenofonte y, por supuesto, Platón, entre otros. Al mismo tiempo se escogen unas cuantas leyes atenienses que han sobrevivido (sobre piedra), regulaciones y decretos. El acto II, que en cierto modo supone el núcleo del libro, se centra (inevitablemente) en Atenas, desde la época arcaica y hasta el primer tercio del siglo IV a.C.; de la stásis y las reformas de Solón (que significaron una tímida redistribución del poder) y que permitieron el acceso de las clases medias a las principales instituciones de la ciudad: arcontado, Areópago (y la Heliea) y asamblea (Ekklesia); las reformas de Clístenes, que plantearon una democracia moderada, y las de Efialtes (una democracia radical), y el breve interludio oligárquico al final de la Guerra del Peloponeso. Cartledge establece también un espejo teórico con el “debate persa” que refleja Heródoto en su obra histórica, la crítica de Platón al modelo oficial de democracia y el análisis matizado de Aristóteles. Al mismo tiempo, el autor británico ofrece un catálogo amplio de “democracias” griegas, por bien que sean menos conocidas que la ateniense.

Canciones para el nuevo día (2238/1467): "Keep It Comin' Love'

KC & The Sunshine Band - Keep It Comin' Love

Disco: Part 3 (1976) 

15 de junio de 2017

Reseña de El despertar del alma. Dioniso y Ariadna: mito y misterio, de David Hernández de la Fuente

Es extensa la bibliografía sobre Dioniso: como mito, como símbolo, como argumento literario y poético; quizá no tanto Ariadna, pero ambos personajes han sido analizados desde la filosofía (no sólo Nietzsche “mediante”) y la historia del pensamiento griego antiguo: lo dionisiaco y salvaje en “lo griego”; el salvador y el amigo del hombre; el dios del vino, el “promotor” de los simposios, el dios de los “misterios” (con permiso de Deméter, Perséfone y Eleusis); la divinidad que junto a Zeus da “nombre” a lo divino, al dios; el dios del teatro y sus inspirador. Dioniso, como afirma el autor de esta monografía, es el dios más polifacético del panteón griego, el que “nació dos veces”, el dios de Platón, el que fue asimilado a la figura de Cristo en el mundo tardoantiguo, el que sería recuperado desde el siglo XVIII, el Ochocientos sobre todo, con Hölderlin, Nietzsche y otros, el reelaborado y reinterpretado por Otto, Burkert, Frazer, Kerényi, Detienne, Vernant… y una larga serie de autores que David Hernández de la Fuente sigue, recoge y comenta en un ambicioso libro que rastrea el mito, la ritualidad y la recepción de Dioniso en la historia cultural (occidental), con el añadido de que su análisis incluye a Ariadna: la figura durmiente de Naxos que, al despertar, se vio abandonada por su amado (Teseo) y fue “rescatada” por Dioniso, para después morir, bajar a los infiernos (katábasis) y subir a los cielos (anábasis) de mano de Dionisos. 

Canciones para el nuevo día (2234/1463): "It´s My Life"

Talk Talk - It's My Life

 Disco: It's My Life (1984)


12 de junio de 2017

Reseña de Stalin and the Scientists: A History of Triumph and Tragedy, 1905-1953, de Simon Ings

Este es un libro extenso sobre la ciencia en Rusia en prácticamente la primera mitad del siglo XX; de hecho, el período entre la crisis del régimen zarista desde 1905 y la muerte de Stalin en 1953, con un capítulo que analiza un legado en los años posteriores a la muerte del líder soviético. De entrada, es un libro que también da pie a una cierta confusión no necesariamente forzada: la palabra scientists remite a científicos en general y uno esperaría que en sus páginas se tratara el desarrollo de la ciencia en sus múltiples variedades, ya sea desde la biología, la medicina, la ingeniería, la física y la química, los proyectos para crear la bomba RDS-1, que sería la respuesta soviética en 1949 a la bomba atómica estadounidense lanzada sobre Hiroshinma y Nagasaki en agosto de 1945. Uno pensaría también que el libro trataría la represión estalinista contra los científicos, la paranoia de Stalin en sus años finales contra los médicos judíos, las purgas previas de los años treinta (en campos como la geología, por ejemplo), los aportes científicos soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial… y en cierto modo sí se tratan en este volumen, aunque de manera algo desigual. Pero no, este libro no trata sobre la ciencia soviética en general, sino más bien en particular. De hecho, gran parte del libro lo protagoniza el paradigma de la "ciencia soviética": Trofim Lysenko (1898-1976).

Canciones para el nuevo día (2231/1460): "Lust for Life"

Iggy Pop - Lust for Life

Disco: Lust for Life (1977)

 

8 de junio de 2017

Reseña de The Dawn of Christianity. People and Gods in a Time of Magic and Miracles, de Robert Knapp

¿Hasta qué punto el cristianismo es una religión “original”? Sí, es una pregunta “trampa”, pues de entrada sabemos que fue una religión lo suficientemente “nueva”, “seductora” e in cluso "revolucionaria" como para lograr reunir, en apenas unas décadas, numerosos seguidores en ciudades y lugares del Mediterráneo oriental, que fueron aumentando paulatinamente en los dos siglos siguientes: Se abriría un período de clandestinidad y persecución hasta que fue tolerado como culto religioso por el Edicto de Milán del año 313 y protegido especialmente por los emperadores romanos; en el año 380, mediante el Edicto de Tesalónica, el cristianismo se convertiría en la religión “oficial” del Imperio romano, aunque aún tardaría siglos en arrinconar para siempre los cultos paganos. Quizá la pregunta adecuada sería qué tenía el cristianismo que ofrecer a la gente de la segunda mitad del siglo I (o desde la muerte de su carismático líder, Jesús de Nazaret, en torno al año 30) como para que abandonara sus creencias previas, ya fuera el judaísmo en el caso de la población de Judea y alrededores, ya fueran los cultos politeístas (“paganos”, si se prefiere la jerga cristiana, o “gentiles” según los judíos). La creencia en que habría algo más allá de la muerte, en un “cielo” para los justos y píos y un “infierno” para los que no lo eran, rompía con la mayor parte del, por así llamarlo, establishment judío que, al margen de los fariseos (que sí creían en la inmortalidad del alma), no concebía una “vida” más allá de la terrenal, aunque en cierto modo los acercaba a algunos cultos politeístas. 

Canciones para el nuevo día (2229/1458): "Shake It Off"

Ryan Adams - Shake It Off

Disco: 1989 (2015)

 

6 de junio de 2017

Reseña de Hijos de nazis, de Tania Crasnianski

* Esta reseña parte de un informe de la edición francesa del libro.

Los principales jerarcas de la Alemania nazi, Adolf Hitler al margen, también eran padres de familia y tuvieron hijos. Ellos fueron capturados y se enfrentaron a la justicia en los procesos de Núremberg en algunos casos (Hermann Göring, Hans Frank, Albert Speer, Rudolf Hess) y en otros procesos (Rudolf Höss); otros se suicidaron al ser capturados (Heinrich Himmler) o huyendo de un Berlín ocupado por los rusos (Martin Bormann); y otros huyeron con éxito y vivieron escondidos en el extranjero (Josef Mengele). Todos tuvieron hijos y estos vivieron de una manera u otra con el estigma de un apellido y el recuerdo constante de unos crímenes. Otros niños no tuvieron esa suerte: Joseph Goebbels no permitió que sus hijos sobrevivieran al fin del Reich nazi y los hizo morir, «dulcemente», y en connivencia con su esposa, dándoles cápsulas de cianuro. Hijos de nazis (La esfera de los libros, 2017), obra de la abogada penalista Tania Crasnianski, se centra en los hijos supervivientes de destacados líderes nazis. Hijos que en algunos casos vivieron en su infancia el régimen nazi y la guerra, y que en la posguerra vivieron con un apellido que para el mundo entero los delataba como hijos de asesinos y perpetradores del Holocausto. Crasnianski ha investigado en libros, artículos, diarios, cartas y entrevistas a estos hijos de nazis, para poder indagar en cómo el estigma les ha marcado de diversas maneras y cómo algunos han reivindicado el recuerdo paterno y otros han tratado de superarlo.

Canciones para el nuevo día (2227/1456): "El sexo (que me hace feliz)"

Sopa de Cabra - El sexo (que me hace feliz)

Disco: Sopa de Cabra (1989)


1 de junio de 2017

Reseña de El rey de Nemi. El juicio de Calígula, de Sandra Parente

Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito, Domiciano… son muchos los emperadores romanos que nos vienen a la cabeza, e incluso podemos recitar la lista como si fuera la de los reyes godos. De muchos de ellos tenemos muchos datos –abundan los estudios sobre Augusto o Nerón, por ejemplo–, conocemos las biografías de los “doce” primeros (incluido César) gracias a Suetonio. Biografías que inciden en una imagen negativa, peyorativa incluso en algunos casos, y que surge de la propaganda o una visión “senatorial” a caballo de los siglos I-II de nuestra era –Tácito mediante–, y que ha perdurado hasta prácticamente la actualidad. Crímenes, vicios (especialmente los sexuales), manías, locuras… como los que la tradición ha atribuido a Calígula. Quizá sea el de Calígula –Cayo (o Gayo) Julio César Augusto Germánico– el caso más flagrante que tenemos de una “leyenda negra”. Conocemos (o creemos conocer) su “biografía” a través de Suetonio, Dión Casio y Filón de Alejandría y Flavio Josefo, a grandes rasgos; nos faltan los libros de los Anales de Tácito dedicados a este personaje y que, sine ira et sine studio, hubieran atenuado el exceso de chismorreos de Suetonio. Calígula es el epítome de la crueldad, casi la primera imagen que nos viene a la cabeza cuando pensamos en emperadores romanos “locos”. Que si hizo cónsul a su caballo favorito, que si montó un burdel en el Palatino con las hijas y esposas de senadores, que si mantuvo una relación incestuosa con su hermana Drusila, que si se hacía pasar por un dios y mantenía conversaciones con Júpiter, instalando incluso una pasarela entre su casa y el templo de este dios en el Capitolio, que si declaró la guerra Neptuno e hizo recoger a sus soldados conchas y pechinas de mar como trofeo… Pero, ¿qué hay de “realidad” en todo ello? ¿Hasta qué punto estamos “mediatizados” por la leyenda negra que rodea a Calígula? ¿Qué sabemos de él, al margen de la propaganda senatorial en su contra? ¿Quién fue Calígula?

Canciones para el nuevo día (2224/1453): "Nevermind"

Leonard Cohen - Nevermind 

Disco: Popular Problems (2014)