30 de agosto de 2012

Crítica de cine: Pozos de ambición, de Paul Thomas Anderson

Pronto llegará The Master...
[15-II-2008]

Tengo particular devoción por Paul Thomas Anderson, que a sus 38 años ha "parido" algunas de las mejores películas de la última década: por citar dos, Boogie nights y Magnolia, películas corales, de gran metraje, portentosas en las historias que cuentan (sobre todo la segunda). Ahora nos llega su quinta película,  Pozos de ambición, basada en la novela Petróleo, de Upton Sinclair.

Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis), minero ambicioso, todo un self made man (muy propio de la mentalidad individualista de los USA), busca a principios del siglo XX un pozo de petróleo que le enriquezca. Acompañado de su hijo, H.W., y tras medio triunfar con algunos pozos en el Medio Oeste estadounidense, acude a California, a la localidad de Little Boston, donde ha oído rumores de que hay petróleo. Y empieza la perforación, consiguiendo la autorización y el arrendamiento de las tierras de la zona, destacando las de la familia Sunday, con uno de sus hijos, Eli (Paul Dano, que interpreta también al hermano de Eli, Paul, que pone a Plainview en antecedentes del asunto), un predicador evangelista, que trata de consolidar una congregación (de la Tercera Revelación) en esta zona. La relación entre Plainview y Eli será uno de las luchas sordas (a veces, física) en Littel Boston. Mientras, hallan petróleo y la ambición desmedida de Plainview llegará a sus últimas consecuencias, si bien deberá enfrentarse, al mismo tiempo, a la minusvalía (y la incomunicación) de su hijo. 

Tremenda película, sin duda la mejor de las cinco nominadas este año. Anderson construye un retrato del personaje, un Ciudadano Kane del petróleo: ambicioso, contradictorio, con una enorme fuerza interior, incapaz de soportar la competencia de nadie ni de diluir un excesivo sentido por la competitividad. Frente a Plainview, el resto del mundo: desde su hijo, que se convierte en un un contrapunto despreciable para Plainview, al hermano recobrado (Kevin J. O'Connor), los empresarios rapaces que tratan de engatusarlo y, sobre todo, el predicador, Eli. la relación con Eli será tormentosa desde el principio, con un toma y daca constante, hasta un imprevisible final (uno de los mejores finales que se han visto en cine en los últimos años).

La avaricia es el gran tema de fondo de esta película. Una avaricia que comparten todos, desde Plainview al predicador. Nos hallamos en las primeras décadas del siglo XX (la película narra, con varios saltos en el tiempo, el período 1898-1927): años del auge del capitalismo, de las grandes explotaciones petrolíferas (la Standard Oil de los Rockefeller, por ejemplo), del laissez faire, al esencia del liberalismo económico, que tocó fondo con el crack de 1929.

Por encima de todos los actores, destaca un Daniel Day-Lewis pletórico, auténtica alma de la película. Junto a él, Paul Dano (Pequeña Miss Sunshine, Fast food nation) en el papel del predicador, en una interpretación digna de una nominación al Oscar de mejor actor de reparto (que no ha recibido). En el reparto también destaca Ciáran Hinds, como la mano derecha de Plainview.

En definitiva, nos encontramos con la gran película del año. Recomendable es poco. Tiene un ritmo lento, con un arranque pausado, pero que enseguida va cogiendo cuerpo, hasta llegar a un clímax final sorprendente. No os la perdáis.

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