27 de julio de 2012

Reseña de Por qué el 18 de julio… y después, de Julio Aróstegui

Este libro se concibió y se ha escrito con una previsión presente desde su origen: la de que sus páginas comenzasen con una encarecida, enfática y puede que algo extraña petición al lector [...]: que se adentre en la lectura de estas páginas con la disposición de ánimo que tendría quien nunca hubiese sabido nada, oído o leído cosa alguna sobre una cierta y lejana guerra civil que comenzó en España hace setenta años. Como si tuviese ahora noticia por primera vez de un suceso del que nada sabía, del que nada oyó, como si fuese una efemérides de las que nunca participó, ni la hubiese recordada.  

Y si ese lector inocente no existiese, entonces esta singular petición significaría, para el lector real, un ejercicio de abstracción, de olvido, de puesta entre paréntesis, provisionalmente al menos, si no puede pedirse más, de aquello que, sobre la guerra civil que asoló nuestro país en el siglo pasado, entre 1936 y 1939, le contaron en su familia, leyó, aprendió en la escuela y en los medios de difusión, o que supo por la propaganda de uno u otro bando y sus herederos, o por los libros de historia… Se le pide, pues, que se haga inocente o ingenuo, ignorante al estilo socrático. Y luego, lector, cuando llegues al final, y así te lo deseo, habrá llegado el momento de dudar, preguntar y discutir…

Así empieza en el prólogo de este libro, Por qué el 18 de julio… y después (Flor del Viento, 2006), su autor, Julio Aróstegui. De este modo quiero empezar la reseña de este libro: un libro que de la amplísima producción historiográfica del 2006, 75º aniversario de la II República y 70º aniversario del inicio de la Guerra Civil, quisiera destacar. Un libro que creo que quedará como un referente en la historiografía del tema, una vez los fastos conmemorativos de 2009 –70º aniversario del final de la guerra– den paso a más títulos sobre el tema.

El tema de la Guerra Civil, de sus causas y consecuencias, ha marcado el debate histórico en las últimas décadas, especialmente en los últimos diez años. Las obras de Hugh Thomas y Gabriel Jackson, aunque superadas por los avances de la investigación histórica, marcaron la senda a continuar. Recientemente hemos asistido a la publicación o la reedición de abundantes obras sobre el tema, destacando en concreto La Guerra Civil española, de Antony Beevor (Crítica, 2005), que abrió el año de las conmemoraciones; El infierno fuimos nosotros. La Guerra Civil española (1936-1942…), de Bartolomé Bennassar (Taurus, 2006); los tres volúmenes publicados por Jorge Martínez Reverte sobre las batallas del Ebro, Madrid y Cataluña (en Crítica, 2003-2006), o la trilogía de Ángel Viñas en Crítica – La soledad de la República. El abandono de las democracias y el viraje hacia la Unión Soviética (2006), El escudo de la República. El oro de España, la apuesta soviética y los hechos de mayo de 1937 (2007) y El honor de la República. Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin (2008) -, que ha dado nuevas interpretaciones al papel de la República en la guerra y al abandono de las potencias democráticas. E incluso a la publicación de libros de (re) interpretación historiográfica, caso de Cómo se ha escrito la Guerra Civil española, del joven investigador Carlos José Márquez (Lengua de Trapo, 2006). Un repaso al catálogo de editoriales como Crítica o Alianza da fe de lo que se ha publicado recientemente y de lo que nos queda por ver. Un artículo publicado en El País en julio de 1936 puede ser una buena guía de lectura… y que ya se ha quedado algo desfasado actualmente.


 A este amplio panorama historiográfico se une el libro de Julio Aróstegui, publicado en una colección conmemorativa de 10 volúmenes publicada por Flor del Viento, entre los que se hallan autores como Gabriel Cardona, Mateo Madridejos, Eduardo Pons Prades o Josep Sánchez Cervelló, entre otros. Aróstegui, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, ha tratado el tema de la Guerra Civil a lo largo de su carrera (una muestra de su producción historiográfica en Dialnet). Y en este caso quiere analizar el por qué del estallido de la Guerra Civil.

De este modo, el libro se estructura en dos partes: una primera parte en la que se explica el por qué del 18 de julio de 1936, y una segunda en la que se analiza el después:
  • En la primera parte se relata el cómo, la narración del golpe militar en el fin de semana del viernes 17 al lunes 20 de julio de 1936, desde que Marruecos se subleva, la extensión de la sublevación a la Península y la (ineficaz) respuesta gubernamental. A continuación, Aróstegui analiza la conspiración, haciendo un repaso de lo sucedido desde diciembre de 1935 y hasta el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936; repasando los primeros pasos de la conjura, liderada por Mola (el Director), y en cómo las piezas del puzzle cívico-militar fueron encajando. En un tercer capítulo, el autor se pregunta por el por qué de la sublevación militar, en la compleja situación de España en los años treinta (reformismo, revolución y contrarrevolución), en el insurreccionalismo latente en diversos sectores de la sociedad española (no sólo el ejército), y en la incapacidad de la República, como régimen político, para intentar calmar los ánimos de diversos sectores cada vez más enfrentados.
  • En la segunda parte, Aróstegui hace un ejercicio de «historia de la Guerra Civil», no al uso, que, temática y cronológicamente, sigue el relato de los acontecimientos. En el capítulo cuarto, Aróstegui analiza cómo la contrarrevolución (el golpe militar) provocó la revolución (anarquista, comunista o socialista) que hirió de muerte la supervivencia del régimen republicano. La historiografía franquista o parafranquista ha sostenido durante décadas que la sublevación militar del 18 de julio fue un acontecimiento necesario y obligado ante la situación revolucionaria en el que España estaba sumida en julio de 1936. Aróstegui fustiga esta visión, como han hecho otros historiadores, y sitúa el problema en su óptica correcta: cómo la guerra española se convirtió en un problema internacional (la compleja década de los años treinta europea);cómo el golpe militar, ante el vacío de poder y la ineficacia del Gobierno legítimo, provocó las furias iconoclastas y sanguinarias de los primeros meses de guerra en la retaguardia republicana; y cómo el gabinete de Largo Caballero (septiembre de 1936-mayo de 1937) intentó poner un poco de orden tras unas semanas de asesinatos, «paseos» y colectivizaciones.
A continuación, en el capítulo quinto se relatan los hechos que permitieron a Franco, desde septiembre de 1936 al otoño de 1937, convertirse en el Caudillo de la España nacional: desde una indefinición política inicial de la insurrección, que poco a poco camina hacia la unificación de los diversos sectores implicados (monárquicos alfonsinos, carlistas, cedistas, falangistas, lligaires, militares republicanos, etc.). En el capítulo sexto se narran los diversos frentes militares, desde la primavera de 1937 y hasta el desenlace de la batalla del Ebro en noviembre de 1938; al mismo tiempo se relatan las luchas intestinas en el bando republicano, la caída del Gobierno de Largo Caballero a causa de los hechos de mayo de 1937; las disensiones internas del PSOE, el papel cada vez más preponderante de los comunistas en el Gobierno, la política de resistencia a ultranza (Negrín) frente a posibles acuerdos con el enemigo (Azaña), etc. Por último, en el capítulo séptimo se habla de la destrucción de la República, de las últimas campañas militares, el golpe de Casado y el desplome del régimen republicano.

En conclusión, creo que estamos ante un libro que, como ya se ha comentado, será de referencia casi obligada durante los próximos años. Aróstegui, en un ritmo ágil y ameno –aunque en alguna ocasión es más denso de lo conveniente, como cuando se habla de las colectivizaciones anarquistas–, nos hace una historia de la Guerra Civil, incidiendo en las cuestiones de fondo más que en las batallas o los sucesos políticos. El libro navega entre el por qué, el cómo y el qué a lo largo de sus casi 600 páginas. Constantemente el autor realiza una disección y una interpretación de los hechos que, en su mayor parte, son conocidos por el lector ya avezado en la materia. Para el lector que no quiere una simple narración de los hechos, el libro será de gran valor; para aquellos que huyan de descripciones farragosas de batallas y luchas políticas, el libro será muy interesante; para los que quieren una explicación que incida en las causas de la guerra y en sus consecuencias, el libro es de obligada referencia. Quizá haya que reprocharle a la editorial bastantes erratas tipográficas, muchas de ellas en el primer capítulo, que, sin embargo, no entorpecen la lectura.

Un libro muy recomendable, sin la menor duda.

1 comentario:

Trecce dijo...

Es de esos temas, quizá porque nos toca tan de cerca, de los que por mucho que se escriba (hablo de trabajos de cierto nivel, claro), nunca acaba de estar de más, para que el lector saque consecuencias sobre la base de la información y las opiniones de gente preparada.